No a la ofensiva neoliberal contra nuestra Universidad, que ya dura años
El principal obstáculo para conseguir que la universidad siga siendo un centro creación de conocimiento y de formación integral son los gobernantes que defienden el patrón neoliberal pretendidamente modernizador.
Desde hace algún tiempo son frecuentes las críticas a las universidades públicas. Los argumentos hacen referencia a la ineficiencia del sistema, a la poca ligazón de la investigación con las empresas, al sistema de gobierno democrático que califican de ineficaz y, por último, a considerar la universidad como una fábrica de parados. La mayor parte de las veces estas críticas coinciden con la aparición de determinados rankings mundiales de las universidades. Los periódicos ofrecen titulares con valoraciones casi siempre negativas ya que sólo tienen en cuenta la posición de los centros superiores en estas particulares “ligas”.
Los
articulistas críticos suelen ser profesores que han sido “liberados” de su
trabajo y deambulan por centros de investigación, casi siempre poco rentables
en papers si los comparamos con los
departamentos universitarios, donde los investigadores compaginan investigación
y docencia. También encontramos profesionales de la tertulia radiofónica o
televisiva que, en sus profesiones empresariales o políticas suelen ser un
auténtico desastre, pero que pontifican con aparente rotundidad sobre los males
de nuestra educación. Y, por último, algunos de los profesionales de la calidad
que creen saber algo simplemente por utilizar, con poca profundidad, expresiones como “evaluación
y eficiencia”, “control de calidad”, “excelencia”, estudiantes como «consumidores», el concepto
de medición de un «producto con valor añadido» etc. dando a entender que hablar
con estos conceptos suponía modernidad y cambio.
Si
utilizamos indicadores estandarizados, el diagnostico no concuerda
con las valoraciones de estos cómplices, quizá inconscientes, del derribo de la
universidad pública. Sobre la inserción laboral de los graduados ya publique un
artículo en el que, con datos y no con percepciones, se demostraba la alta
empleabilidad relativa de los que acababan sus estudios en la Universidad (Vid. “La Universidad no es
una fábrica de parados”. ESCUELA núm. 3916)
Respecto los cambios que ha
experimentado el sistema universitario puede decirse sin exageración, que es uno
de los ejemplos de éxito de un rápido crecimiento y desarrollo sin traumas. En
treinta años ha pasado a atender un sector minoritario de la población, con una
raquítica estructura investigadora y con un profesorado escaso, a un sistema que, pese a sus deficiencias, se puede
considerar homologable al resto de los países europeos. En tres décadas se ha más que duplicado el número de universidades
(de 33 a 70) y de estudiantes (de 645.000 a 1.400.000), y ello sin graves
distorsiones. Actualmente, la tasa de entrada de jóvenes a los 18 años es del
46%, menos que la media de los países de la OCDE, pero ya una cifra aceptable.
La universidad española
tiene un grado elevado de eficiencia. Como demuestra el rector F.X.Grau (URV),
la formación de un estudiante universitario cuesta al erario público mucho
menos que lo que se invierte en países vecinos. Pese a que la inversión pública
está a la cola de los países de la UE-15, el nivel de productividad científica,
las tasas de graduación y la calidad de la formación son satisfactorias.
En relación a la
investigación, España está en el noveno lugar del mundo produciendo el 3% de
los resultados, con un nivel de impacto superior en un 16% a la media mundial. De
ésta producción, más de un 74% se realiza en la universidad. Pese a la escasa
inversión pública y la todavía menor inversión privada, el nivel de captación
de recursos en contratos y en convocatorias competitivas es muy destacado.
Podría seguir enumerando
elementos que describen el sistema universitario y también un listando
deficiencias, insatisfacciones y problemas, que los hay. Podría enumerar un
buen número de aspectos a mejorar, tanto en la estructura organizativa, como en
la ordenación académica o en utilización de recursos humanos. Pero nunca incurriría
en la invalidación global y maximalista como las que leo y escucho en algunas
de las burdas e interesadas críticas habituales, que se basan casi
exclusivamente en una lectura superficial de los rankings. Es
positivo comparar las instituciones, pero
sería muy aconsejable hacerlo considerando los factores internos y contextuales. El sistema está cambiando y tiene retos que alcanzar, pero nunca
tuvimos algo mejor que augure, con la ayuda de las administraciones, un futuro tan
prometedor.
El
principal obstáculo para conseguir que la universidad siga siendo un centro creación de conocimiento y de formación integral no es modelo actual de nuestra
Educación Superior, con todos sus graves defectos. El principal obstáculo son
los gobernantes que defienden el patrón neoliberal pretendidamente modernizador, tan hegemónico en la
actualidad. Esta “nueva” visión del sistema universitario intenta aniquilar el
modelo científico-humanista y suprimir
la necesaria autonomía relativa de la universidad en el sistema social. Un patrón
mercantilizado en el que solamente cobra valor el saber que el mercado
considera rentable (con la miopía e inmediatez que caracteriza a los
mercados). Ellos, con sus políticas,
están poniendo en peligro una institución que está en un buen camino para
conseguir excelentes resultados en producción científica, en formación y en mejora
cultural. ¡Por favor, dejen ya de disparar contra la universidad (pública)!.
Joaquín Prats