sábado, 4 de junio de 2022

¡NO DISPAREN CONTRA LA UNIVERSIDAD!



No a la ofensiva neoliberal contra nuestra Universidad,  que ya dura años

El principal obstáculo para conseguir que la universidad siga siendo un centro creación de conocimiento y de formación integral son los gobernantes que defienden el patrón neoliberal pretendidamente modernizador.





Desde hace algún tiempo son frecuentes las críticas a las universidades públicas. Los argumentos hacen referencia a la ineficiencia del sistema, a la poca ligazón de la investigación con las empresas, al sistema de gobierno democrático que califican de ineficaz y, por último, a considerar la universidad como una fábrica de parados. La mayor parte de las veces estas críticas coinciden con la aparición de determinados rankings mundiales de las universidades. Los periódicos ofrecen titulares con valoraciones casi siempre negativas ya que sólo tienen en cuenta la posición de los centros superiores en estas particulares “ligas”.


Los articulistas críticos suelen ser profesores que han sido “liberados” de su trabajo y deambulan por centros de investigación, casi siempre poco rentables en papers si los comparamos con los departamentos universitarios, donde los investigadores compaginan investigación y docencia. También encontramos profesionales de la tertulia radiofónica o televisiva que, en sus profesiones empresariales o políticas suelen ser un auténtico desastre, pero que pontifican con aparente rotundidad sobre los males de nuestra educación. Y, por último, algunos de los profesionales de la calidad que creen saber algo simplemente por utilizar, con poca profundidad, expresiones como “evaluación y eficiencia”, “control de calidad”, “excelencia”,  estudiantes como «consumidores», el concepto de medición de un «producto con valor añadido» etc. dando a entender que hablar con estos conceptos suponía modernidad y cambio.

Si utilizamos indicadores estandarizados, el diagnostico no concuerda con las valoraciones de estos cómplices, quizá inconscientes, del derribo de la universidad pública. Sobre la inserción laboral de los graduados ya publique un artículo en el que, con datos y no con percepciones, se demostraba la alta empleabilidad relativa de los que acababan sus estudios  en la Universidad (Vid. “La Universidad no es una fábrica de parados”. ESCUELA núm. 3916)

Respecto los cambios que ha experimentado el sistema universitario puede decirse sin exageración, que es uno de los ejemplos de éxito de un rápido crecimiento y desarrollo sin traumas. En treinta años ha pasado a atender un sector minoritario de la población, con una raquítica estructura investigadora y con un profesorado escaso, a un sistema  que, pese a sus deficiencias, se puede considerar homologable al resto de los países europeos. En tres décadas se ha  más que duplicado el número de universidades (de 33 a 70) y de estudiantes (de 645.000 a 1.400.000), y ello sin graves distorsiones. Actualmente, la tasa de entrada de jóvenes a los 18 años es del 46%, menos que la media de los países de la OCDE, pero ya una cifra aceptable.

La universidad española tiene un grado elevado de eficiencia. Como demuestra el rector F.X.Grau (URV), la formación de un estudiante universitario cuesta al erario público mucho menos que lo que se invierte en países vecinos. Pese a que la inversión pública está a la cola de los países de la UE-15, el nivel de productividad científica, las tasas de graduación y la calidad de la formación son satisfactorias.

En relación a la investigación, España está en el noveno lugar del mundo produciendo el 3% de los resultados, con un nivel de impacto superior en un 16% a la media mundial. De ésta producción, más de un 74% se realiza en la universidad. Pese a la escasa inversión pública y la todavía menor inversión privada, el nivel de captación de recursos en contratos y en convocatorias competitivas es muy destacado.

Podría seguir enumerando elementos que describen el sistema universitario y también un listando deficiencias, insatisfacciones y problemas, que los hay. Podría enumerar un buen número de aspectos a mejorar, tanto en la estructura organizativa, como en la ordenación académica o en utilización de recursos humanos. Pero nunca incurriría en la invalidación global y maximalista como las que leo y escucho en algunas de las burdas e interesadas críticas habituales, que se basan casi exclusivamente en una lectura superficial de los rankings. Es positivo comparar las instituciones, pero sería muy aconsejable hacerlo considerando los factores internos y contextuales. El sistema está cambiando y tiene retos que alcanzar, pero nunca tuvimos algo mejor que augure, con la ayuda de las administraciones, un futuro tan prometedor.


El principal obstáculo para conseguir que la universidad siga siendo un centro creación de conocimiento y de formación integral no es modelo actual de nuestra Educación Superior, con todos sus graves defectos. El principal obstáculo son los gobernantes que defienden el patrón neoliberal pretendidamente modernizador, tan hegemónico en la actualidad. Esta “nueva” visión del sistema universitario intenta aniquilar el modelo científico-humanista y  suprimir la necesaria autonomía relativa de la universidad en el sistema social. Un patrón mercantilizado en el que solamente cobra valor el saber que el mercado considera rentable (con la miopía e inmediatez que caracteriza a los mercados).  Ellos, con sus políticas, están poniendo en peligro una institución que está en un buen camino para conseguir excelentes resultados en producción científica, en formación y en mejora cultural. ¡Por favor, dejen ya de disparar contra la universidad (pública)!.



Joaquín Prats


miércoles, 1 de junio de 2022

MARIO BUNGE, EL SABIO MODERNO



MARIO BUNGE, EL SABIO MODERNO


Joaquim Prats (Catedrático de la Universidad de Barcelona)

“El sabio moderno, a diferencia del antiguo, 
no es tanto un acumulador de conocimientos
 como un generador de problemas” (Mario Bunge)

Mario Bunge falleció en Montreal el martes 25 de febrero a la edad de 100 años. Hace poco tiempo, este importante físico, filósofo, epistemólogo y escritor respondió con humor cuando se le preguntó por el secreto de su longevidad: “La receta es mantener ágil el cerebro. Si uno deja de aprender, el cerebro deja de funcionar. También es importante no fumar, no beber alcohol, no hacer demasiado deporte y no leer a los postmodernos”.




Como se deduce de su respuesta, Bunge fue totalmente enemigo de lo que consideraba el gran obstáculo para la creación de conocimiento: el pensamiento postmoderno. No era el primero en denunciar el desmantelamiento de las ciencias sociales y los desatinos y logomaquias de muchos gurús del postmodernismo. Se alineaba en esta posición con otros críticos como Noam Chomsky, Eric Hobsbawm, George Steiner, Umberto Eco y, sobre todo, con Alan Sokal físico que se alarmaba ante la “difusión de las teorías postmodernas que, aunque no influirían para nada en las ciencias naturales, ya que nunca les harán caso, si en las ciencias sociales”. ¡Y así fue!  

Muchas disciplinas sociales que se estaban construyendo sufrieron los embates de los corifeos de Lacan, Braudrilland, Kristeva, Feyerabend, con su anarquismo epistemológico, y otros. En muchos ámbitos postmodernos se daba por supuesto que las teorías científicas eran meros mitos o narraciones, y que los debates científicos se resolvían mediante la retórica y la formación de coaliciones, siendo la verdad sinónimo de “acuerdo intersubjetivo". Estos autores, con su “pedante artificiosidad” y el deliberado abandono de la ciencia social como “conocimiento” objetivo, fueron el blanco de Bunge que se convirtió en un ariete contra esas formas de entender la ciencia.

Mario Bunge ha sido el gran adalid, casi combatiente, en pro de la defensa de la posibilidad de un conocimiento objetivo en las ciencias que estudian la sociedad. Su principal argumento es muy claro:  el calificativo de científico de un determinado conocimiento no viene dado por la exactitud e inapelabilidad del resultado conseguido en un proceso de investigación. Su condición de científico se deriva del tipo de camino que se ha trazado para conseguirlo, es decir, por la aplicación de un proceso heurístico que esté universalmente aceptado como el hegemónico. Con esta definición general del conocimiento científico es totalmente defendible que las investigaciones sobre la sociedad atesoren la condición de científicas.




A partir de esta idea repartió ácidas críticas, en ocasiones auténticos mandobles, a lo que denominaba en su argot argentino, “macanas”, es decir, disparates, tonterías y mentiras. En el libro: “Las Pseudociencias ¡Vaya Timo!” (2014) lo deja claro: La superstición, la pseudociencia y la anticiencia, señala Bunge, no son basura que pueda ser reciclada: se trata de virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera hasta el extremo de hacer enfermar toda una cultura. ¿Cuáles eran las formas contemporáneas de superstición?: “Unas pertenecen al oscurantismo tradicional: fundamentalismo religioso, ciencias ocultas, homeopatía, psicoanálisis (el “psicomacaneo” como él lo define)., etc. Otras al “oscurantismo postmoderno: “pensamiento débil”, retorismo, construccionismo, existencialismo, y la filosofía femenina que considera la ciencia, y en general la racionalidad y la objetividad, como “falocéntricas”. Con estas frases se expresaba Bunge en su lección como doctor Honoris Causa en Salamanca, una de las veinte universidades que lo habían investido con este honor.

Bunge no hacía solo aceradas críticas a los que consideraba responsables de propagar los “virus intelectuales”. Gran parte de sus escritos hacían propuestas positivas y concretas de cómo mejorar la sociedad a través de la promoción de la ciencia. En “Cómo criar y cómo matar la gallina de los huevos de oro” desgrana con ironía los conceptos de excelencia y relevancia de la ciencia para preguntarse, finalmente, cuál es el objeto de la política científica. En este famoso discurso y otros escritos defiende que la solución al atraso de América Latina es la apuesta por la educación y por la investigación.  Para ello, los gobiernos deben fomentar la ciencia básica para alimentar la técnica, invertir más en la investigación y desarrollo, promover la enseñanza a estudiantes de forma gratuita, y que las universidades se preocupen más por el conocimiento y menos por el dinero.

Expresa Bunge con estas ideas su histórica preocupación por la política y el bien común, ligada siempre a su ideal educativo. En su juventud, Mario Bunge, muy posiblemente influido por la figura y la acción política y social de su padre, un congresista de ideas socialistas, escribió una obra titulada “Temas de Educación Popular” (1943) auténtico plan de acción para la creación de escuelas para la formación de obreros y clases populares en general. En su Argentina natal propone una línea de educación técnica diseñando un modelo de centro con todo lujo de detalles. Esta obra predice una posición que se mantendrá a lo largo de los años en las que puede deducirse un modelo de educación no elitista, eficiente y ligado a las necesidades sociales que lo enmarcan.  

Cuando publicó su libro “Filosofía y Política solidaridad, cooperación y democracia integral” (2009), aportó una serie de conocimientos académicos, tanto de filosofía de la ciencia, como de su trayectoria personal. Crecer en Argentina "fue una buena experiencia", cuenta Bunge. "Fui puesto en la cárcel dos veces, no tuve documentos de identidad durante 20 años, (…) en realidad he estado escribiendo este libro toda mi vida”. Aunque para Bunge la política no es una ciencia sino una actividad, valoraba la acción política como un elemento decisivo en el ámbito del progreso llevado de la mano de la ciencia y la cultura.

Un tercer aspecto a destacar es su altura como filósofo de la ciencia, como epistemólogo y como metodólogo. Sus diferencias con Popper, Hayek y, sobre todo, con Kunh lo sitúan en un lugar destacado en el debate sobre la ciencia en la segunda mitad del siglo XX. De sus más de 400 artículos y cincuenta libros hay uno que debe ser citado por ser un clásico en la formación de investigadores, sobre todo de las ciencias sociales. Se trata de “La investigación científica, su estrategia y su filosofía” obra publicada en 1969 que tradujo de manera magistral Manuel Sacristán. “La investigación…” sigue siendo, tras innumerables ediciones, una obra de referencia. 

La idea fundamental que subyace es la descripción del método científico, que no debe considerarse como una lista de recetas para dar con las respuestas correctas a las preguntas científicas, sino el conjunto de procedimientos por los cuales se plantean los problemas científicos y se ponen a prueba las hipótesis.





Mario Augusto Bunge ha sido, posiblemente, uno de los filósofos de la ciencia más importantes del siglo XX. Podría definirse como un materialista, un realista, un sistemista y, sobre todo, como un cientificista. “La acusación de cientificista me enorgullece, dice Bunge. El cientificista es un tipo que sostiene que todo lo cognoscible se puede conocer mejor utilizando el método científico en lugar de la improvisación o de la especulación desenfrenada”.

Es una suerte que lo estafaran cinco veces cuando intentó comprar, en otras tantas ocasiones, unas propiedades (“estancias”) en la Pampa argentina. Como dijo en la UBA durante el acto de presentación de su libro autobiográfico: “Entre dos mundos” (2014), “se perdió un estanciero más y  me tuve que dedicar a la física teórica”. ¡Menuda suerte tuvimos!

Publicado en: LETRA GLOBAL. 1 de Marzo 2020.

Web artículo publicado: https://cronicaglobal.elespanol.com/letra-global/cronicas/mario-bunge-sabio-moderno_322889_102.html