MARIO BUNGE, EL SABIO MODERNO
Joaquim Prats (Catedrático de la Universidad de Barcelona)
“El sabio moderno, a diferencia del antiguo,
no es tanto un
acumulador de conocimientos
como un generador de problemas” (Mario Bunge)
Mario Bunge falleció en Montreal el martes 25 de
febrero a la edad de 100 años. Hace poco tiempo, este importante físico, filósofo,
epistemólogo y escritor respondió con humor cuando se le preguntó por el
secreto de su longevidad: “La receta es mantener ágil el cerebro. Si uno deja
de aprender, el cerebro deja de funcionar. También es importante no fumar, no
beber alcohol, no hacer demasiado deporte y no leer a los postmodernos”.
Como se deduce de su respuesta, Bunge fue totalmente enemigo
de lo que consideraba el gran obstáculo para la creación de conocimiento: el
pensamiento postmoderno. No era el primero en denunciar el desmantelamiento de
las ciencias sociales y los desatinos y logomaquias de muchos gurús del postmodernismo.
Se alineaba en esta posición con otros críticos como Noam Chomsky, Eric
Hobsbawm, George Steiner, Umberto Eco y, sobre todo, con Alan Sokal físico que
se alarmaba ante la “difusión de las teorías postmodernas que, aunque no
influirían para nada en las ciencias naturales, ya que nunca les harán caso, si
en las ciencias sociales”. ¡Y así fue!
Muchas disciplinas sociales que se estaban construyendo sufrieron
los embates de los corifeos de Lacan, Braudrilland, Kristeva, Feyerabend,
con su anarquismo epistemológico, y otros. En muchos ámbitos postmodernos se daba
por supuesto que las teorías científicas eran meros mitos o narraciones,
y que los debates científicos se resolvían mediante la retórica y la formación
de coaliciones, siendo la verdad sinónimo de “acuerdo intersubjetivo". Estos
autores, con su “pedante artificiosidad” y el deliberado abandono de la ciencia
social como “conocimiento” objetivo, fueron el blanco de Bunge que se convirtió
en un ariete contra esas formas de entender la ciencia.
Mario Bunge ha sido el gran adalid, casi combatiente, en pro
de la defensa de la posibilidad de un conocimiento objetivo en las ciencias que
estudian la sociedad. Su principal argumento es muy claro: el calificativo de científico de un
determinado conocimiento no viene dado por la exactitud e inapelabilidad del
resultado conseguido en un proceso de investigación. Su condición de científico
se deriva del tipo de camino que se ha trazado para conseguirlo, es decir, por
la aplicación de un proceso heurístico que esté universalmente aceptado como el
hegemónico. Con esta definición general del conocimiento científico es
totalmente defendible que las investigaciones sobre la sociedad atesoren la
condición de científicas.
A partir de esta idea repartió ácidas críticas, en ocasiones
auténticos mandobles, a lo que denominaba en su argot argentino, “macanas”, es
decir, disparates, tonterías y mentiras. En el libro: “Las Pseudociencias ¡Vaya
Timo!” (2014) lo deja claro: La superstición, la pseudociencia y la
anticiencia, señala Bunge, no son basura que pueda ser reciclada: se trata de
virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera hasta el extremo de hacer
enfermar toda una cultura. ¿Cuáles eran las formas contemporáneas de
superstición?: “Unas pertenecen al oscurantismo tradicional: fundamentalismo
religioso, ciencias ocultas, homeopatía, psicoanálisis (el “psicomacaneo” como
él lo define)., etc. Otras al “oscurantismo postmoderno: “pensamiento débil”,
retorismo, construccionismo, existencialismo, y la filosofía femenina que
considera la ciencia, y en general la racionalidad y la objetividad, como
“falocéntricas”. Con estas frases se expresaba Bunge en su lección como doctor
Honoris Causa en Salamanca, una de las veinte universidades que lo habían
investido con este honor.
Bunge no hacía solo aceradas críticas a los que consideraba
responsables de propagar los “virus intelectuales”. Gran parte de sus escritos
hacían propuestas positivas y concretas de cómo mejorar la sociedad a través de
la promoción de la ciencia. En “Cómo criar y cómo matar la gallina de los
huevos de oro” desgrana con ironía los conceptos de excelencia y relevancia de
la ciencia para preguntarse, finalmente, cuál es el objeto de la política
científica. En este famoso discurso y otros escritos defiende que la solución
al atraso de América Latina es la apuesta por la educación y por la
investigación. Para ello, los gobiernos deben
fomentar la ciencia básica para alimentar la técnica, invertir más en la
investigación y desarrollo, promover la enseñanza a estudiantes de forma
gratuita, y que las universidades se preocupen más por el conocimiento y menos
por el dinero.
Expresa Bunge con estas ideas su histórica preocupación por
la política y el bien común, ligada siempre a su ideal educativo. En su
juventud, Mario Bunge, muy posiblemente influido por la figura y la acción
política y social de su padre, un congresista de ideas socialistas, escribió
una obra titulada “Temas de Educación Popular” (1943) auténtico plan de acción
para la creación de escuelas para la formación de obreros y clases populares en
general. En su Argentina natal propone una línea de educación técnica diseñando
un modelo de centro con todo lujo de detalles. Esta obra predice una posición
que se mantendrá a lo largo de los años en las que puede deducirse un modelo de
educación no elitista, eficiente y ligado a las necesidades sociales que lo
enmarcan.
Cuando publicó su libro “Filosofía y Política solidaridad,
cooperación y democracia integral” (2009), aportó una serie de conocimientos
académicos, tanto de filosofía de la ciencia, como de su trayectoria personal.
Crecer en Argentina "fue una buena experiencia", cuenta Bunge.
"Fui puesto en la cárcel dos veces, no tuve documentos de identidad
durante 20 años, (…) en realidad he estado escribiendo este libro toda mi
vida”. Aunque para Bunge la política no es una ciencia sino una actividad,
valoraba la acción política como un elemento decisivo en el ámbito del progreso
llevado de la mano de la ciencia y la cultura.
Un tercer aspecto a destacar es su altura como filósofo de
la ciencia, como epistemólogo y como metodólogo. Sus diferencias con Popper,
Hayek y, sobre todo, con Kunh lo sitúan en un lugar destacado en el debate
sobre la ciencia en la segunda mitad del siglo XX. De sus más de 400 artículos
y cincuenta libros hay uno que debe ser citado por ser un clásico en la
formación de investigadores, sobre todo de las ciencias sociales. Se trata de “La
investigación científica, su estrategia y su filosofía” obra publicada en 1969
que tradujo de manera magistral Manuel Sacristán. “La investigación…” sigue
siendo, tras innumerables ediciones, una obra de referencia.
La idea
fundamental que subyace es la descripción del método científico, que no debe
considerarse como una lista de recetas para dar con las respuestas correctas a
las preguntas científicas, sino el conjunto de procedimientos por los cuales se
plantean los problemas científicos y se ponen a prueba las hipótesis.
Mario Augusto Bunge ha sido, posiblemente, uno de los
filósofos de la ciencia más importantes del siglo XX. Podría definirse como un
materialista, un realista, un sistemista y, sobre todo, como un cientificista. “La
acusación de cientificista me enorgullece, dice Bunge. El cientificista es un
tipo que sostiene que todo lo cognoscible se puede conocer mejor utilizando el
método científico en lugar de la improvisación o de la especulación
desenfrenada”.
Es una suerte que lo estafaran cinco veces cuando intentó comprar,
en otras tantas ocasiones, unas propiedades (“estancias”) en la Pampa argentina.
Como dijo en la UBA durante el acto de presentación de su libro autobiográfico:
“Entre dos mundos” (2014), “se perdió un estanciero más y me tuve que
dedicar a la física teórica”. ¡Menuda suerte tuvimos!
Publicado en: LETRA GLOBAL. 1 de Marzo 2020.
Web artículo publicado: https://cronicaglobal.elespanol.com/letra-global/cronicas/mario-bunge-sabio-moderno_322889_102.html
Publicado en: LETRA GLOBAL. 1 de Marzo 2020.
Web artículo publicado: https://cronicaglobal.elespanol.com/letra-global/cronicas/mario-bunge-sabio-moderno_322889_102.html
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