LAS ANTINOMIAS DE BRUNER
( J. Prats. Publicado en ESCUELA 14 de marzo de 2013)
Algunas cuestiones, poco explicitas, están en el trasfondo de muchas inquietudes y perplejidades del profesorado. De especial relevancia son las de Jerome Bruner. Las define como las tres antinomias que
expresan algunas contradicciones muy presentes en el sistema educativo. Estas
antinomias, que se refieren a lo que se enseña y a cómo se enseña, están marcando,
de manera destacada, la profesión de enseñar.
La primera de estas antinomias es saber si la educación debe permitir que los individuos desarrollen y operen al máximo de sus capacidades, lo que significa que puedan usar su inteligencia y sus habilidades al completo. Ante esta posibilidad, existe una contraparte antinómica. La sociedad otorga a la educación una función reproductora que debe ser asumida, no sólo en los ámbitos culturales, sino también en los económicos, políticos y sociales. Las sociedades occidentales buscan en el sistema educativo una fuerza de trabajo preparada, disciplinada y entusiasta. Ciudadanos que piensen y consideren que el tipo de sociedad de la que son parte constituye la única forma correcta y valida de vivir.
Ambas posibilidades deben ser
consideradas con atención. ¿Se puede entender la escolarización como el
instrumento para la realización individual que actúe de manera crítica sobre el
entorno, y al tiempo, como una formación para la reproducción ideológica que
sirva para desarrollar o mantener una cultura? Con algo de ironía, Bruner
contesta a esta pregunta con un escueto: “no exactamente”.
La segunda antinomia refleja dos aspectos aparentemente incompatibles
de la naturaleza y usos de la mente. Dos perspectivas dignas de ser tenidas en
cuenta cuando se toman por separado. La primera proclama que el aprendizaje es
puramente intrapersonal por lo que debe ser considerado como intrapsíquico.
Cada individuo se apoya en sus propias cualidades intelectivas, progresando al
máximo con independencia de lo que lo hagan los demás.
La segunda perspectiva, que es
evidentemente antinómica, defiende que toda actividad mental está situada y
apoyada en un contexto cultural más o menos facilitador. Recuerden a Vygotsky.
Los contextos culturales son, desde esta posición, los que facilitan el
desarrollo personal. Por ello, los aprendizajes son inevitablemente
interpersonales y se basan en intercambios simbólicos. La colaboración e
interacción con los familiares, los profesores, los compañeros y amigos hace
posible el avance. ¿Individualismo versus socialización?; llevando esta
antinomia hasta sus últimas consecuencias: ¿competitividad versus
comprensividad? He aquí un punto de reflexión que sigue siendo muy actual.
La tercera antinomia está muy presente entre los que nos dedicamos a
enseñar ciencias sociales. Se concreta en la visión particularista del mundo
frente a otra visión más universal. Se trata de determinar según que parámetros
y por quien, deben juzgarse las formas de pensar, de construir significado y
las formas de experimentar la realidad. Dicho de una manera más directa y
cercana a mí especialidad: ¿Quién posee la versión correcta de la historia? La
antinomia está en dos de las respuestas más habituales a esta pregunta: Por un
lado la que se centra en la experiencia cercana subjetiva y particularista y la
ausencia de certidumbres, o lo que es lo mismo, el relativismo. Muy en boga en
lo que ha sido el postmodernismo aplicado a los contenidos de la educación.
Por otro lado, la posibilidad de
establecer como contenidos educativos el nivel máximo de certeza que nos ofrece
el conocimiento científico o lo que en nuestra sociedad es considerado como
saber. Acercándome de nuevo a mi especialidad, enseñar una historia que
explique y acerque el análisis sobre bases más sólidas: el método científico
aplicado al conocimiento del pasado. La realidad histórica (o social)
particularista, contada desde un punto de vista no será nunca una explicación
global aunque esta explicación sea parte de ésta. Como es sabido, la
explicación global no es la suma de la explicación de las partes sino el
resultado de un trayecto que incluye teoría y metodología científica. ¿Es esta
la perspectiva desde la que hay que enseñar?
Ante estas tres antinomias nos podemos
preguntar: ¿Educar para potenciar la disconformidad, o hacer ciudadanos
integrados y efectivos en la reproducción de los valores sociales hegemónicos? ¿Individualismo
y competitividad, o bien comprensividad? ¿Objetividad y conocimiento acorde con
las “certezas” a las que llegue el
conocimiento científico, o subjetivismo y experiencialismo en los contenidos
educativos?
“Sería falso, y a la vez pretencioso
por mi parte, dice Bruner, que señalara las posiciones que debemos adoptar ante estas tres antinomias, ya que éstas no tienen, como parece evidente, una
solución general. Pero sería insensato no considerarlas ni valorarlas a
la hora de reflexionar sobre la tarea de educar e instruir”.
Lo cierto es que necesitamos impulsar
el potencial de cada individuo y, al tiempo, mantener y dar estabilidad a la
sociedad. “Se debería reconocer el talento natural y diferenciado de los
individuos, pero es preciso equipar a todo el mundo con las herramientas
suficientes de la cultura”, señala Bruner. Es necesario considerar los
particularismos, pero, al tiempo, hay que dotar a los estudiantes de
herramientas de análisis social sólidas que sirvan para comprender la realidad
y para dotarlos de pensamiento racional y científico. Buena lección la de
Bruner.
Joaquín Prats
TREMENDO ARTICULO- ES UNA MIRADA ARMONICA E INTEGRAL, DE UN ACCIONAR COMPLETO
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