Reflexiones sobre el libro de Ricardo García Cárcel
LA HERENCIA DEL PASADO
Ricardo
García Cárcel, uno de nuestros mejores modernistas, defiende que la memoria es una materia de la historia a
historiar. Así lo hace en el libro “La
herencia del pasado. Las memorias históricas de España” que, con todo
merecimiento, acaba de conseguir el Premio Nacional de Historia. Como señala L. Ribot, “el libro es una profunda y
ampliamente documentada reflexión sobre los periódicos secuestros o
manipulaciones interesadas de la historia por parte de los guardianes de la
memoria, de cualquier signo que éstos fueren”.
En los últimos
años se ha producido una reivindicación de la memoria (memoria histórica) impulsada
por los que defienden la justa reivindicación de los perdedores de la Guerra
Civil y por el deseo de restañar el obligado olvido público que impusieron los
vencedores. Se suele asimilar “memoria histórica” a reivindicación de los
sectores democráticos de izquierda por lo que la derecha más carpetovetónica se
ha lanzado en tromba contra las propuestas de revisar el pasado reciente. Pero la utilización de la memoria
histórica no es solamente privativa de la izquierda. Los franquistas fueron rotundos
invocando “su memoria” como recuerdo de su triunfo sobre el régimen democrático
que derrocaron y como arma de combate sobre las ideas que lo sustentaban.
Pero es cierto
que se ha usado y abusado del concepto memoria
histórica, provocando una tergiversación del tiempo histórico, como si el
pasado anterior y sus mitos fueran todos productos ideológicos de la dictadura
franquista. Como indica S. G. Payne: el “Gran Relato” del franquismo no es
nuevo, ya que existe desde mucho antes. La memoria
histórica como concepto tiene una larga trayectoria y fue reivindicada
desde los siglos XVI y XVII. El Conde Duque de Olivares ya intentó, sin
demasiado éxito, construir una “historia” que sustentase su interpretación de
la España Imperial. Se lamentaba diciéndole a Felipe IV: “son muchos los
descuidos que tenemos y entre los demás no es menos consideración lo poco que
se cuida la historia”.
Desde
siempre, los secuestros de la diosa de la historia han sido una constante. La Monarquía y la Iglesia, casi siempre de la
mano, fueron los creadores del “Gran Relato” de la historia oficial, fundamentalmente
castellano-centrica y goticista. En el siglo XIX y principios del XX se
construyeron otras memorias. Los liberales
contraponían la historia oficial, trono-iglesia, a la de la nación emergente en las Cortes de
Cádiz. La nación-España tenía que liberar a Clio de la servidumbre monárquica y
eclesiástica. Los nacionalismos sin estado también construyeron y siguen
construyendo su propia mitología, revisando acríticamente su propio pasado con
el fin de utilizar la historia como aval de sus reivindicaciones políticas.
“La herencia del Pasado” intenta penetrar
en las entrañas de todas estas memorias, construidas por unos y otros. Pretende
descodificar el conjunto de mitologías históricas y desvelar a que responden y
que defienden. Como escribe E. Gil Calvo, el libro “contrasta
las opuestas memorias históricas con que los españoles han venido
reinterpretando su pasado, desde sus orígenes fundacionales (en que algunos
comenzaron a reconocerse como nosotros los españoles, nosotros los catalanes,
etc.) hasta sus desenlaces provisionales en el presente actual (cuando las
memorias están divididas en función del nosotros y ellos ocupados en torno al
clímax de la Guerra Civil)”.
La distinción entre memoria e historia y
establecer sus relaciones son tareas urgentes de los historiadores. Juan
Sisinio Pérez Garzón lo tiene claro cuando escribe: “La memoria y la historia ya han quedado definitivamente entrelazadas como
formas de relacionarse con el pasado y, por más que sature en algún momento,
esas relaciones ya forman parte de las tareas propias del historiador" La memoria histórica es un combustible para la caldera de la historia, ya
que si la historia solo fuese memoria, ya no sería historia. Para serlo debe
combinar los planos individuales, épicos y personales, con planos sociales, temporales e incluso
seculares. Hay que reivindicar, nos dice García Cárcel, “la necesidad de una
historia crítica, metodológicamente rigurosa, que exorcice mitos y leyendas, que
aborde el pasado sin complejos”.
Así lo entienden los mejores historiadores que vienen denunciando la intromisión política en la construcción del
recuerdo colectivo. Como expresa el manifiesto Libertad
para la Historia. “En un país libre
no es competencia de ninguna autoridad política definir la verdad histórica ni
restringir la libertad del historiador”. Entre los firmantes está: Pierre
Nora, Jacques Le Goff y Eric Hobsbawn. Tony Judt defendía la necesidad de mantener
vivo el horror pasado, sí, pero —matizaba—“como historia, porque si lo haces
como memoria, siempre inventas una nueva capa de olvido”.
En esta
línea, “La herencia del pasado…”
ofrece la respuesta más rigurosa y fundada que la historia puede ofrecer en el
debate de la memoria histórica hispana.
Descubre y explica los sucesivos secuestros de Clio superando los exagerados
presentismos que inundan nuestros debates públicos, políticos y sociales. El
libro de García Cárcel constituye, con palabras de L. Ribot: “una vibrante defensa de la independencia de la
historia y del trabajo del historiador" Frente a la alternativa entre recordar y olvidar, le libro de R. García Cárcel, plantea la historia como conocimiento; es de cir, saber o no saber.
Joaquim Prats
(Publicado en ESCUELA el 17 de enero de 2013)