Jurassic Park o la Academia de la Historia
Joaquim Prats. Publicado en ESCUELA ( 9 de junio 2011)
Joaquim Prats. Publicado en ESCUELA ( 9 de junio 2011)
Quizá algún lector podría molestarse ante un titulo tan provocador: comparar la Real Academia de la Historia con Jurassic Park es ir demasiado lejos. Y es que los dinosaurios, los brontosaurios y la mayor parte de estos saurios del periodo Jurásico eran, tal como describen los paleontólogos, herbívoros torpes y pacíficos que pastaban tranquilamente. En las recreaciones animadas, producen simpatía y ternura. Por ello creo que he sido poco considerado con estos animalotes al compararlos con una parte de los responsables de la Real Academia de la Historia.
Me tendría que haber referido específicamente al Tyrannosaurus rex del periodo Cretácico: bípedo, carnívoro, muy agresivo y, por lo que sabemos, uno de los grandes depredadores del Mesozoico. Quizá esta elección hubiese sido más precisa para conseguir el efecto que buscaba con el título. De agresiva, militante y guerracivilista se puede calificar parte de las voces, contenidas en el flamante Diccionario Biográfico, que tratan sobre periodo que va desde la Segunda Republica hasta la actualidad.
En este proyecto han participado muchísimos historiadores, creo que varios miles, y sería injusto, imprudente y denotaría falta de rigor el descalificar el conjunto de la obra por lo que parece ser una pequeña parte de las voces. Si eso es así, ¿por qué razón ha surgido el monumental escándalo que ha llenado las páginas de los periódicos? La respuesta es la evidente utilización del Diccionario para manipular y tergiversar la Historia contemporánea española con el fin de defender, de manera militante, las ideas políticas de derechas, incluso las no democráticas.
Y ello se ha hecho adjudicando a personas comprometidas con el franquismo o con los responsables del Partido Popular una parte importante de las biografías políticas relacionadas con la Republica, la Guerra Civil, el Franquismo y la etapa democrática. En general, estos redactores son personas poco competentes y que nada tienen que ver con la historiografía más científica y renovada de los últimos decenios; están vinculados ideológicamente e incluso personalmente con los biografiados que consideran "de los suyos".
Algunos ejemplos avalan esta falta de profesionalidad de los escribientes. Ningún historiador serio ha osado relacionar creencias sobre revelaciones divinas con la adecuada descripción de los hechos históricos. En el Diccionario, para determinar el origen de una congregación religiosa, se escribe: "El 14 de febrero de 1943, mientras celebraba la santa misa, el Señor le hizo ver al padre Escrivá la solución jurídica que iba a permitir la ordenación de sacerdotes a título del Opus Dei”. Son varias las expresiones en las que aparece Dios como inspirador directo de acciones humanas.
La biografía de Franco es un auténtico panegírico del personaje. Se retrata al militar golpista (para el redactor no es golpista) como un dirigente católico, moderado e inteligente que no puede ser considerado un dictador sino un gobernante autoritario; y ello en contradicción con la bibliografía más solvente que analiza el periodo. Sin embargo, el presidente del consejo de ministros del gobierno legal republicano, el Dr. Negrín, sí que es considerado un dictador. Se cita la persecución desde el bando republicano durante la Guerra y se olvida la probada represión de los golpistas en la Guerra, la postguerra y en décadas posteriores.
Los militares del bando franquista: héroes; los del bando republicano: villanos. El golpe de estado del 23F fue un “suceso”, no un golpe. El partidismo es indisimulado en el encomio a personajes del Partido Popular: Aznar, Cascos, Aguirre, Camps y otros son considerados ejemplos del buen gobierno. Por supuesto, las elecciones del 2004 en las que venció el PSOE no fueron verdaderamente democráticas….y así decenas de ejemplos en los que se confunde deliberadamente historia con propaganda, se cambia rigor por sectarismo, y se ningunean las aportaciones de los que realmente han estudiado e investigado este periodo: E. Moradiellos, A.Viñas, P.Preston, G.Cardona, P.Ysàs, J.P. Fusi, R. Carr, J. Casanova, S. Juliá, S. Álvarez, A. Soto, J. Aróstegui, J.F. Fuentes y tantos otros historiadores, solventes y rigurosos.
Todo ello cuestiona, una vez más, a la Academia. Hago mías las palabras de Julián Casanova en su Facebook cuando dice que esta institución: “no representa a nadie, ni a los historiadores ni a sus investigaciones, y su utilidad es nula. Son un grupo de amigos, reclutados entre ellos, ausentes la mayoría, aunque hay excepciones, de la docencia y de la investigación”. Me atrevo a añadir que la parte más influyente de los académicos representa la continuación del añejo pelotón de personajes que defendieron la historia rancia que protegió y promocionó el régimen franquista. Algunos de ellos son los discípulos de los ejecutores de la destrucción de la universidad española tras la Guerra Civil, como demuestra Jaume Claret en su estudio “El atroz desmoche”.
Los historiadores profesionales no salen de su asombro y a muchos de los que nos dedicamos a la historia y su enseñanza nos avergüenza lo que hemos visto. “La Real Academia de la Historia, dice Casanova, es materia para la historiografía, para analizar sus orígenes, evolución y servicios al poder. Y ya no debería existir, ni ésta ni otra reformada”… Y mucho menos convirtiéndola en un parque, en este caso Cretácico, pagado con fondos públicos en los que los tyrannosaurus rex sigan haciendo de las suyas.
Joaquim Prats