miércoles, 27 de diciembre de 2017

La educación por “competencias” y el neoliberalismo

La educación por “competencias” y el neoliberalismo  Olmedo Beluche

La educación “por competencias” pretende presentarse como una pedagogía de “última generación” capaz de salvar al sistema capitalista de su crisis y a las nuevas generaciones del desempleo. Es el concepto mágico al que se apegan los ministerios de educación para justificar las reformas educativas ordenadas por el Banco Mundial, incluido no sólo el currículo académico, sino también las relaciones laborales con los docentes.

En Panamá, país donde los vuelos teóricos no alcanzan grandes alturas, la doctrina de las “competencias” ha sido resumida por el MEDUCA en su Decreto Ejecutivo 920, fuertemente denunciado por los gremios docentes.
Sin la menor pretensión de creernos expertos en pedagogía, pero forzados por las circunstancias de la lucha de clases que rodea nuestras aulas, nos hemos visto obligados a un repaso rápido del tema para tratar de comprender todo lo que está en juego detrás de las benditas “competencias”.
Empecemos por señalar que hay tres elementos implicados en este asunto:
1. La base epistemológica subyacente a la teoría de las competencias;
2. La propuesta pedagógica concreta;
3. El marco social, económico y político en que surge.
La epistemología de las competencias
La epistemología o concepción teórica y metodológica subyacente a la pedagogía de las competencias suele ser falsamente presentada como un desarrollo del constructivismo pedagógico de Piaget, Vygotsky y Freinet. Nada que ver. En todo caso, su origen epistemológico es completamente opuesto al constructivismo pedagógico.
Según Nico Hirtt, pedagogo belga dirigente del grupo Appel pour une Ecole Démocratique (APED), la pedagogía de las competencias nace del “constructivismo filosófico” (también llamado radical o epistemológico o “relativismo”) no del “constructivismo pedagógico”. Para el constructivismo filosófico, la realidad depende de la construcción mental del observador, la cual, a su vez, se basa en las experiencias personales. De manera que para esta perspectiva la ciencia no busca la “verdad”, ni el conocimiento “objetivo”, porque existen tantas verdades como observadores haya.
Hirtt nos alerta para no confundir “constructivismo pedagógico” (Piaget, Vigotsky) con “constructivismo epistemológico”. Para Piaget y Vygotsky, la existencia del mundo real u objetivo no estaba cuestionada. La pedagogía debía llevar al estudiante hacia el conocimiento (como fin último de la educación) mediante una serie variada de técnicas, en las que el educando es ente activo para que vaya “construyendo” ese conocimiento a partir de experiencias concretas y compresibles para él: “… los conceptos se adquieren más fácilmente y más eficazmente cuando durante el aprendizaje el educando pasa por un proceso de (re)construcción de conocimientos…, por su participación en un proceso hipotético-deductivo”, dice Hirtt.

Para el “constructivismo filosófico”, lo que está en construcción no es el conocimiento, sino la propia realidad. Desde esta perspectiva, la realidad es hasta cierto punto “inventada” (por las experiencias anteriores, las percepciones y los datos empíricos). Nunca se podrá llegar a conocer la realidad tal como es, o sea, nunca habrá conocimiento objetivo. Esta perspectiva se remonta a Kant y hasta el subjetivismo extremo. En ella han trabajado epistemólogos muy reputados en las universidades del siglo XXI: Watzlawick, Glaserfeld, Prigogine, Luhman, Morin y Maturana.
Porque no viene a cuento, no vamos a entrar aquí en el debate epistemológico, ni en la crítica correcta de las deformaciones del positivismo con toda su carga de pretendida “objetividad” al servicio de intereses concretos, sin caer en los extremos relativistas de esta corriente “constructivista”.
Para el debate pedagógico, que es el que nos interesa ahora, el problema del “constructivismo filosófico” es que desdeña el conocimiento (en el cual no cree) como objetivo último del proceso educativo, y cambia el acento hacia los procedimientos, las metodologías, las actitudes y aptitudes subjetivas del educando, como fin primordial de la educación.
De ahí deriva que se valore más la capacidad del docente de desarrollar “programas analíticos por competencias” que su real capacidad para transmitir conocimientos. De ahí que, como es el caso de Panamá, sea un requisito para ser docente pasar por los cursos de docencia superior (volcados al manejo de las TIC’s) que los postgrados de especialidad.
La propuesta pedagógica de las Competencias
Aclarado lo anterior, es fácil comprender las diferencias abismales entre la pedagogía constructivista (Piaget, Vygostky) y la pedagogía fundamentada en la “educación por competencias”.
El objetivo central de la educación, para el constructivismo piagetiano, era el conocimiento, es decir, la comprensión del mundo (natural y social) mediante conceptos que el educando iba construyendo con una batería de técnicas propuestas por el docente que llevan al estudiante a resolver problemas. Aquí, las técnicas pedagógicas son un medio para un fin: el conocimiento.
En la educación por competencias, el conocimiento como tal deja de ser el objetivo central del proceso educativo, y pasa a jugar un papel secundario, dándose prioridad a las técnicas, las cuales pasan de medios, para convertirse en el objetivo prioritario de la educación. Eso es lo que está detrás del famoso slogan de: “saber hacer”.
La educación por competencias se carga de un plumazo todo lo que en la educación procuraba la “comprensión” de la realidad, al calificarlo como “saberes muertos”, sin valor (ni de mercado, ni moral). De manera que es más importante, para las competencias, que el estudiante sea capaz de manipular un “data-show”, a que haya comprendido cabalmente los conceptos centrales de las ciencias naturales y sociales.
El corazón de las competencias, y el objeto de la evaluación, no son los saberes (conocimiento), sino las actitudes y el comportamiento del estudiante: responsabilidad, eficiencia, iniciativa, ejecución, trabajo en grupo, adaptación a circunstancias cambiantes, etc.
La pedagogía de las competencias lo resume en sus tres pilares: saber ser (comportamiento), saber hacer (habilidades) y saberes (conocimientos). Dividen las competencias en tres niveles según las capacidades que se entregan al educando: Básicas (efectividad personal), genéricas (mayor empleabilidad) y específicas (dominio funcional de un área).
En palabras de Nico Hirtt: “Entre los dos tipos de enfoque, la relación con el error se encuentra completamente al revés. En la pedagogía constructivista, lo más importante no es que el educando culmine la tarea, sino que haya aprovechado su trabajo (y sus errores eventuales) para progresar en el descubrimiento y dominio de conocimientos. En la enseñanza de competencias, el progreso en el dominio de conocimientos no es un objetivo en sí mismo. Sólo cuenta el resultado final. Adiós al derecho de error, pero por sobre todo, adiós a la utilización del error como palanca pedagógica”.
La principal víctima de las competencias es la búsqueda de “la verdad sobre el mundo” (conocimiento racional) y es lógico que así sea, puesto que la filosofía (epistemología) que les da origen (constructivismos filosófico) ha declarado a la realidad como un hecho “imaginado” (no objetivo) y relativo.
Eso explica que las reformas educativas en boga lleven a su aniquilación a los cursos cuyo objetivo es la reflexión y comprensión del mundo: filosofía, historia, sociología. Y que los cursos enfocados al conocimiento concreto, tengan por objeto, no el conocimiento conceptual, sino las técnicas (saber hacer).
Por eso en Panamá, el MEDUCA se ha cargado cursos como el de “Historia de las Relaciones de Panamá con Estados Unidos” y en general ha comprimido la Historia en un pensum abigarrado a abordar en poco tiempo, más volcado a fechas y personajes, que a la comprensión de los procesos.
Por eso en las universidades, cursos como Sociología, Historia y Filosofía tienden a ceder espacios a favor de Inglés y las famosas TIC’s.
En mundo marcado por la crisis económica y social, la injusticia, la desigualdad, la discriminación, la corrupción generalizada, no es muy conveniente para las clases dominantes que los estudiantes reflexionen sobre la realidad. Es mejor atiborrarlos de la falsa idea de que si hablan inglés y saben manejar una computadora, se habrán salvado del desempleo y la miseria.

¿Quiénes están detrás de las competencias?
Es evidente que una pedagogía sustentada sobre las competencias (“saber hacer” y “saber ser”) y no sobre el conocimiento (“saberes”), se propone como centro del proceso educativo no la formación de un trabajador especializado o profesional en un área específica, sino de un asalariado dúctil (“capaz de adaptarse a todas las circunstancias”), un “utility”.
En este enfoque pedagógico de las competencias se profundiza el proceso que Carlos Marx llamaba la transformación del “trabajo concreto” en “trabajo abstracto” que realiza el capitalismo. Es decir, para el sistema capitalista cada vez importa menos la capacidad de un trabajador de crear un producto a partir de su dominio de una técnica o de su habilidad personal. El sistema, promoviendo la simplificación de los procesos laborales y su división social, impone tareas simples (mecánicas) que cualquiera puede realizar (taylorismo y fordismo). De esta manera se abarata el costo de la mano de obra y se aumentan la plusvalía y la ganancia empresarial.
No es casualidad que la pedagogía de las competencias sea impulsada por organismos financieros como el Banco Mundial, junto a toda la batería de medidas neoliberales que han empobrecido a la clase trabajadora, incluida la desregulación laboral que ha llevado al empleo precario y a los bajos salarios. Después de todo, “competencias” es un concepto empresarial, derivado de “competitividad”, sinónimo de “productividad”, o mayor explotación de la fuerza de trabajo por el capital.
Helen Bertrand, dirigente docente francesa, establece la coincidencia en el tiempo, lugar y origen institucional de la pedagogía de las competencias con la imposición del modelo económico neoliberal en Europa y Francia. Un primer referente es el informe de Michel Drancourt (“Le fin du Travail”, 1984), que señala: “Debemos tomar iniciativas políticas… (consistentes) en degradar los reglamentos, los derechos adquiridos, los hábitos administrativos, los corporativismos en el sector público, las estructuras de enseñanza tradicionales típicas del estado de bienestar”.
Bertrand señala que en 1989, la Mesa Redonda de los industriales europeos (ERT) exigió “una reforma acelerada de los sistemas de enseñanza y de sus programas… (para que) la educación y la formación se consideren inversiones estratégicas vitales para el éxito de la empresa del futuro”.
En 1991, en Francia, la Ley Aubry, creó “el balance de las competencias” profesionales. En 1995, el Informe Mine, publicó “El trabajo en veinte años”, donde se señala la necesidad de reformar el Código de Trabajo y la educación en Francia.
La Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), que reúne a las potencias capitalistas, publicó en 1995 “La flexibilidad del tiempo de trabajo” y, en 2001, “¿Qué futuro para la escuela?”. Entre 2000 y 2006, la Unión Europea aprueba el marco de referencia para las “competencias-clave”, necesarias “para el aprendizaje a lo largo de la vida, para el desarrollo personal, la ciudadanía activa, la cohesión social y la empleabilidad”.
Helene Bertrand cita a todos estos organismos y comisiones europeas, quienes confiesan que su objetivo es abaratar el costo de los procesos educativos para transferir al estudiante la responsabilidad por su propia formación (“cultura de la responsabilidad”):
“De esta forma, a nombre de la “formación a lo largo de la vida”, el asalariado termina siendo responsable de su “empleabilidad”. Debe formarse permanentemente, incluso en su tiempo libre, para ser competitivo para la empresa. El patrón se deshace así de la obligación de financiar la formación profesional continua (…). Si el trabajador debe constituir su propio capital de competencias originales y flexibles, que reemplazan el escalafón de calificaciones reconocido a nivel nacional, los diplomas y programas, tal y como se les reconoce en la actualidad, no van a tener utilidad”, dice Bertrand.
Ojo, porque aquí la siguiente víctima de este modelo de competencias son los diplomas y títulos, los cuales ya no tendrán un peso concreto en el currículo del trabajador, sino que pasarán a ser una “competencia” más entre otras.
Eso explica que en los últimos años en Panamá hayamos conocido propuestas como el “examen de barra” cada 5 años para que los titulados como abogados tengan que validar reiteradamente su profesionalismo. Medidas parecidas se han planteado para el sector médico, donde el título obtenido luego de muchos años de estudio no daría seguridad profesional, sino un examen periódico de las “competencias”.
En esta corriente también entran medidas como las tomadas en el sistema de evaluación de concursos de la Universidad de Panamá, en que las ejecutorias profesionales dejan de tener valor cumplidos los cinco años, con lo que se obliga al profesional a tener que estar buscando títulos constantemente para no perder su status profesional (puntismo).
Incluso, el reciente Decreto 920 del Ministerio de Educación pone en entredicho la estabilidad del docente de la básica y la media al someterlo a más de 15 criterios de evaluación (competencias) que si no se cumplen pueden llevarle camino al desempleo.
Sin embargo, los programas por competencias no son algo nuevo en Panamá. Si algo bueno se puede decir de la actual ministra de Educación, Lucy Molinar, es que ella no es la única responsable de la implementación del esquema educativo neoliberal. Sus antecesores en el cargo ya habían avanzado por este camino. Los famosos “programas analíticos por competencias”, que se han convertido en el fetiche de la reforma curricular, ya son pan de cada día en la básica, la media y en todas las universidades privadas.
El balance de la aplicación de esas reformas pedagógicas constituye un mentís a la principal afirmación de las autoridades en el sentido de que estas reformas son la tabla de salvación del país y que nos conducirán por la senda del “desarrollo”. Las “competencias” sólo han servido para seguir abaratando la fuerza de trabajo y sometiendo a los docentes a mayores dosis de “stress” y explotación.
Bibliografía
1. Bertrand, Helen. "La evaluación de las competencias: ¿Qué está en juego?". En: Competencias: un desastre pedagógico. Un debate sobre la política educativa en Europa. Cuadernos de Formación del PRT de Costa Rica. San José, s/f.
2. Hirtt, Nico. "L'approche par competences: une mystification pédagogique”. EN: Competencias: un desastre pedagógico. Un debate sobre la política educativa en Europa. Cuadernos de Formación del PRT de Costa Rica. San José, s/f.
* Olmedo Beluche es un sociólogo y analista político panameño, profesor de la Universidad de Panamá y militante del Partido Alternativa Popular
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jueves, 28 de septiembre de 2017

FINLANDIA NO ES EL LOURDES DE LA EDUCACION



Todavía me sorprendo con los análisis y soluciones que se proponen desde algunos despachos de las administraciones educativas y en las tertulias de periodistas y políticos. He escuchado frases como: “¿qué hacen en Finlandia para quedar tan bien?” ó “copiemos lo que hacen los países que mejor funcionan”.

Me comentaba un colega de la universidad de Turku (Finlandia) que, desde la publicación del PISA 2003, el país parecía Lourdes. Decenas de expediciones de responsables educativos (muchos de España) peregrinaban para beber el secreto del éxito. A su regreso, con la simplicidad que caracteriza a los tecnócratas, pontificaban: “hay que copiar el modelo finlandés”.

Es poco conocido que, analizando con detalle los resultados de aquella edición del PISA, la zona europea con mejores resultados no era Finlandia, sino Flandes. ¡Otro destino para las peregrinaciones!. Si así hubiese sido, los romeros de los dos santuarios educativos hubieran entrado en una fase de gran desconcierto. Y es que el sistema escolar de Flandes se parece muy poco al finés. Es más, son dos modelos muy diferentes en ordenación, titularidad de la red, políticas educativas y otros elementos. Lo cierto es que existen sistemas educativos que, aplicando modelos de ordenación, formulas organizativas y niveles de inversión financiera muy parecidos, obtienen resultados totalmente distintos. Otros, con modelos diferentes, como o es el caso de Finlandia y Flandes, llegan a resultados similares.

Y es que los países de la Unión Europea son un mosaico en las formas de organizar la educación, en los sistemas de financiación, en los procedimientos de formación del profesorado, en la titularidad de los centros, etc. Sin embargo, sí que existe un denominador común en todos ellos: garantizar la universalización de la educación hasta los 16 o 18 años, y asegurar la igualdad de oportunidades. Pero para conseguir estos objetivos existen caminos diferentes.

Son diferentes los modelos politico-adminitrativos: en unos, el gobierno del sistema educativo se realiza de forma muy centralizada, como Francia; en otros, es competencia casi exclusiva de los gobiernos regionales. En los países nórdicos, como Finlandia, los municipios o administraciones de ámbito supralocal son los que tienen las competencias en casi todos los aspectos de la gestión. Alemania tiene tantos sistemas educativos como Länder (16). En los últimos años se están produciendo procesos de reorganización interna en casi todos los estados europeos. Mientras que los países de estructura descentralizada tienden a buscar caminos de unificación o de armonización, en los de tradición centralista se está intentando desconcentrar o descentralizar.

La ordenación tampoco es homogénea. Hay sistemas educativos que mantienen itinerarios diferenciados para el alumnado, en algunos casos desde los doce años, y al final de cada uno de estos se alcanzan titulaciones terminales diferentes. Otros, como Finlandia o España, han adoptado lo que se califica como escuela comprensiva, donde todos los escolares estudian con los mismos objetivos, en las mismas aulas y con la misma titulación final en la etapa obligatoria que, generalmente, concluye a los 16 años. La razón que se esgrime para defender la escuela comprensiva es que garantiza mucho mejor que toda la población alcance los niveles adecuados de educación. Aunque esto no es así en la mayoría de los casos.

También encontramos diferencias en diversos elementos que, en España, se consideran de gran relevancia para definir la calidad de un sistema: en el número de horas lectivas anuales para cada etapa: a más horas mayor calidad y, en cambio, sistemas que se consideran buenos tienen muchas menos horas que, por ejemplo, Portugal o España. En el inicio de la edad de escolarización (en Finlandia a los cinco o seis años, en España a los tres). En los salarios del profesorado: España se encuentra en la zona alta con mejores retribuciones medias que Polonia o Suecia y con resultados no tan buenos. En el gasto público, en el que países como Dinamarca dedican muchos más recursos que países de su zona que alcanzan mejores rendimientos escolares, como es el caso de Holanda o Finlandia, etc.

Ninguno de los indicadores citados explican, por si solos, la mayor o menor eficacia de los sistemas o el grado de equidad de la educación. Existe unanimidad entre los expertos a la hora de detectar los principales problemas: el fracaso escolar de un sector demasiado amplio del alumnado de la secundaria obligatoria; la débil relación entre el sistema educativo y el productivo; la insuficiente incorporación de las nuevas tecnologías a la actividad didáctica del profesorado; las dificultades de la incorporación masiva de la población inmigrante; la aparición de brotes de violencia en las escuelas, etc. Pero no hay unanimidad en las soluciones generales que se deben adoptar para superar estos problemas.

Lo que parece claro es que la formula de importar modelos de otros lugares no suele funcionar. Es importante estudiar las medidas y políticas que han adoptado los países en los que mejor funciona el sistema educativo, pero no para copiarlas, sino para aprender de ellas. Las soluciones siempre deberán considerar la propia realidad social y la historia y tradición de su sistema educativo. Si lo desean, vayan a Finlandia a buscar remedios, pero recuerden que los que copian no aprenden. En ese frio país hay mucha agua, pero la que tienen no es milagrosa. ¡Vaya, que no es el Lourdes de la educación!.

Joaquín Prats
Publicado en ESCUELA 

jueves, 6 de julio de 2017

Reseña de PATRIA


Patria
 por: Carlos Gil Andrés
Profesor de historia. IES Inventor Cosme García 


¿Sufre la naturaleza del hombre una mutación dentro del caldero de la violencia? La pregunta es de Vasili Grosman, el autor de Vida y destino, que no entendía cómo quienes habían estado ligados por la vecindad, la familia o el trabajo actuaban durante la guerra “como si hubieran conspirado para no comportarse como seres humanos”. Lo recordé mientras leía Patria, de Fernando Aramburu, presentada en la Feria del Libro de Madrid como el fenómeno literario del año, con más de 300.000 ejemplares vendidos.
La crítica ha destacado la ambición y complejidad de la novela, la construcción de la trama, la recreación de los años de plomo de ETA, el habla de los personajes y la vida interna de las familias, con empatía hacia las víctimas pero sin pretender juzgar a nadie. A mí lo que más me ha llamado la atención no son las historias de los protagonistas sino el ambiente del pueblo donde transcurre el relato, el comportamiento de muchos vecinos: “Fulano hace un poco, mengano hace otro poco y, cuando ocurre la desgracia que han provocado entre todos, ninguno se siente responsable porque, total, yo sólo pinté, yo sólo revelé dónde vivía, yo sólo dije unas palabras que igual ofenden, pero, oye, son sólo palabras, ruidos momentáneos en el aire”.
En una buena obra literaria, como en una gran película, lo que más nos atrae y permanece no es lo que ya sabemos y esperamos, lo previsible, sino aquello que nos incomoda, que nos interpela. Las preguntas que se vuelven y nos miran a la cara. En el caso de Patria, la actitud de los conocidos que dan la espalda a la familia del Txato, la reacción de los clientes del bar, los compañeros de la partida de cartas, los amigos de toda la vida: “Y al llegar a la plaza y sumarse al grupo de cicloturistas notó, ¿qué?, notó algo, como una tibieza en el saludo. Y ojos que evitaban mirarse en los suyos” (…) Ninguno de sus acompañantes hizo ademán de defenderlo. Ninguno expresó un comentario, una reprobación, una réplica al insulto”.
¿Qué es lo que pasa para que los vecinos se conviertan en enemigos? ¿Cómo es posible que la gente que ha compartido tantas cosas acabe por no tener nada más en común que la violencia? Se lo preguntaba Michael Ignatieff en 1993, en un pueblo del este de Croacia controlado por los serbios. ¿Cómo se llega a detestar y a demonizar a los que una vez se llamaron amigos? ¿Cómo se siembra, un grano tras otro, la semilla de la paranoia nacionalista en el terreno de la vida común?
Fernando Aramburu narra de manera verosímil ese proceso de deshumanización, de desconexión moral: “en la taberna bebes, comes y comentas con la cuadrilla, y uno nota con una especie de cosquilleo agradable que ha contraído la fiebre que caliente a todos y los une al calor de una causa (…) Joxe Mari no veía dentro del uniforme a la persona que gana un sueldo, que a lo mejor tiene esposa e hijos. Yo no me atrevía a decírselo; pero a mí, te lo juro, el que negara la humanidad de una persona por llevar uniforme que parecía terrible”. El calor de la causa, la búsqueda de reconocimiento social, las múltiples direcciones del miedo, el lenguaje que protege de la responsabilidad, la identidad de la comunidad: “En un pueblo pequeño, afirma, no puedes escurrir el bulto. Cuando había manifestación, homenajes, altercados, y alguna historia de esas había cada dos por tres, no es que pasaran lista; pero siempre había ojos dedicados a controlar quién estaba y quién no”.
El relato nos parece verosímil porque conocemos otros ejemplos del pasado. La atmósfera opresiva del terror del verano de 1936, en la retaguardia de los pueblos riojanos, sin espacio para la pasividad, sin un lugar a salvo de los rumores y las miradas, de las denuncias que llevaban la violencia hasta el ámbito más íntimo y privado. El orden infernal del III Reich alemán, con una escala casi infinita de grados de responsabilidad, complicidad y colaboración, esa terrible “normalidad” del mal de la que nos alertó Hannah Arendt. O el asfixiante sistema represivo de los regímenes comunistas de la Europa del Este, como la inmensa red de informantes de la Stasi, nutrida de una vasta antología de debilidades humanas, una suma de pequeñas acciones que, todas juntas, lo señaló Thimothy Garton Ash, constituyeron un gran mal.
Siempre en el nombre de la Patria, de una Patria que no solo bendice morir por ella –Dulce et decorum est pro patria mori– sino que también justifica matar en su nombre. Tal vez por eso Jorge Semprún, un apátrida en la Europa de la posguerra, afirmaba que nunca se le había pasado por la cabeza la idea de morir por la patria. Y que esa expresión, “pasar por la cabeza”, era incorrecta para hablar de la patria: “si existe, no creo que esta idea le pase a uno por la cabeza, sino que más bien ha de dejarle a uno abatido, aplastado, trastornado”.
La fiebre del patriotismo. El ardor guerrero de las banderas que se exhiben como trapos para embestir. Eso decía el coronel Dax, interpretado por Kirk Douglas, en un diálogo inolvidable de la película Senderos de Gloria. Decía también, enojado por la falta de humanidad de los altos mandos, en la carnicería de la Gran Guerra, que el patriotismo era “el último refugio de los canallas”. Hace unos meses Kirk Douglas cumplió cien años. Un día, no muy lejano, el telediario anunciará la noticia de su muerte y repasará su vida en imágenes. Entonces me pondré de pie y guardaré respeto. Por el coronel Dax. En el nombre de quienes, en medio de la violencia, alentaron la vida.





jueves, 23 de marzo de 2017

LAS TESIS DOCTORALES DE DIDACTICA DE LAS CIENCIAS SOCIALES


LAS TESIS DOCTORALES DE DIDÁCTICA DE LAS CIENCIAS SOCIALES

SEGÚN LA TESIS DE ELVIRA CURIEL:
 "Análisis cienciometrico de tesis doctorales españolas en didáctica de las ciencias sociales"




NÚMERO DE TESIS DOCTORALES REALIZADAS EN LAS UNIVERSIDADES ESPAÑOLAS. 
Las nueve universidades  con más tesis (se han contabilizado 306 hasta 2014)

Universidad de Barcelona
60
Universidad Autónoma de Barcelona
39
Universidad de Valencia
18
Universidad de Valladolid
18
Universidad de Oviedo
15
Universidad de Sevilla
13
Universidad Nacional de Educación a distancia
13
Universidad Complutense de Madrid
12
Universidad de Murcia
11




   CENTRALIDAD DE LOS ACADÉMICOS DE DIDÁCTICA DE LAS CIENCIAS SOCIALES SEGÚN UN ANÁLISIS DE REDES



jueves, 2 de marzo de 2017

CON QUÉ ORDEN SE DEBEN FIRMAR LOS ARTÍCULOS CIENTÍFICOS DE VARIOS AUTORES

Artículos Científicos: Quién puede firmarlos y en qué orden. Ética y Pragmatismo de la Publicación Académica

Copiado del Blog de Lluis Codina.  https://www.lluiscodina.com/ 



El lado pragmático: el orden de las firmas y qué significa cada posición



Hasta el punto anterior, hemos considerado sobre todo el lado ético. Ahora, sin abandonarlo de ninguna manera, incluiremos el lado pragmático: la cuestión del orden de las firmas, o sea, en caso de dos o más autores decidir quién firma primero, segundo, etc., porque también suele provocar fricciones y malentendidos (innecesarios).

Empecemos por considerar que todo lo anterior procede del hecho de que en el ultra competitivo mundo de la investigación actual, cada vez más profesionalizado y cada vez menos “artesanal”, publicar en solitario tiene cada vez menos sentido (se pueden llevar a cabo interesantes comparaciones, por disciplinas y años, en el sitio interactivo del Grupo de Investigación EC3www.coauthorindex.info/)


Cada fase una trayectoria aporta un motivo de coautoría

La razón es que se necesitan fondos e infraestructuras para llevar a cabo investigaciones competitivas, sin las cuales es difícil publicar en buenas revistas, y sin esas publicaciones es imposible hacer carrera académica. Como consecuencia, cada vez es más normal que una carrera académica siga un camino el que vamos a esbozar ahora: 

  • En su inicio, un joven investigador debe empezar con conseguir el título de doctor, con una tesis doctoral, claro.
  • Para depositar la tesis, se le pide que, como prueba de la calidad de su investigación aporte algunas publicaciones cuando presente su tesis doctoral. Lo lógico es que en esas publicaciones sea coautor su director de tesis, no digamos si es una tesis por compendio.
  • Después, para poder hacer carrera académica en la universidad, nuestro joven doctor necesitará formar parte de un grupo de investigación (a poder ser de la mano de una beca postdoctoral). Lo que publique en el seno del grupo de investigación provendrá, en buena parte, o bien de las tareas que le asigne su supervisor y/o de los recursos humanos o de otro tipo (por ejemplo, know-how, métodos, instrumentos de análisis, etc.) del grupo de investigación, y esto siempre implica trabajar en equipo.
  • Es lógico, pues, que siga publicando en coautoría, y así podríamos seguir con el retrato de una carrera académica típica actual, ya que esto no se detiene cuando nuestro joven investigador madura y se convierte en un senior, porque para seguir progresando necesitará ganar proyectos competitivos que financien sus investigaciones y que le permitan ofrecer becas y nuevas oportunidades para jóvenes investigadores, para lo cual, a su vez, necesitará trabajar en equipo, y seguramente más que nunca.


La coautoría como indicador de éxito

Además, de los motivos que marcan la trayectoria anterior, otros que suelen señalarse para las autorías múltiples es que presentan muy buena correlaciones con diferentes indicadores de éxito. Los autores más productivos suelen publicar en coautoría. Los artículos con diversos autores suelen recibir más citas. También suelen tener más éxito en los procesos de evaluación. Por último, pero no menos importante, para aumentar la colaboración de otras universidades nacionales o internacionalización es imprecindible la co autoría, etc.

Como vemos, la cuestión es que, al menos por lo que hace a la producción científica, cada vez tiene menos sentido publicar artículos en solitario. Otra cosa son otros géneros que también forman parte del mundo académico y cultural, tales como el ensayo, la obra de pensamiento, la divulgación (todos estos, generalmente en forma de libro, no de artículo), etc., donde si es totalmente normal encontrar autorías únicas.



El significado del orden de firma
Pero en el contexto actual de la ciencia y en el mundo de la publicación de artículos académicos, lo raro es la publicación en solitario. Entonces, dada esta propensión a publicar en coautoría, entre las cosas que señalan las COPE en este terreno encontramos estas dos cuestiones fundamentales:
  • Primero, que los editores (y el público) esperan que el primer firmante sea la persona que ha llevado a cabo las mayores contribuciones al artículo, y así sucesivamente.
  • Segundo, que en caso de no seguir la anterior convención, se considera una buena práctica pactarpreviamente el orden de la firma con los autores (por ejemplo, si se propone seguir  el orden alfabético de apellidos, la categoría profesional de los firmantes, etc.) para evitar después malentendidos y disputas.
A partir de aquí, vamos a considerar algunas cuestiones más para poder entender el significado del orden de firma. Para ello, nos limitaremos al primer caso: aquel en el cual firma primero el autor que ha realizado la contribución más importante.
Para entender esta situación, a su vez, necesitamos establecer una diferencia. la que hay entre el perfil del investigador y la contribución de cada autor. No tenerla en cuenta es la principal fuente de problemas. La diferenciación que necesitamos establecer es la siguiente:
  • Investigador más importante. Es decir, ¿quién es el autor, al que llamaremos autor A, más importante atendiendo a su currículum o trayectoria?
  • Contribución más importante. Es decir, ¿quién es el autor, al que llamaremos autor B, que ha realizado la mayor contribución?
El punto esencial aquí es el siguiente: lo que nos dicen las COPE (y esperan los editores) es que el primer firmante sea el autor B, no el A. Pueden coincidir o no, es decir, el más importante como contribución puede ser el más importante como investigador, por tanto, el autor A y el autor B pueden ser la misma persona; pero, ¿y si no coinciden? Entonces, repitamos la idea: lo que los editores esperan es que el primer firmante sea el autor con la contribución más importante, a saber, el que ha realizado la mayor parte del trabajo, no el investigador más importante.
Para poner un ejemplo muy claro, en un artículo con tres firmantes, el último de ellos puede ser el director del grupo de investigación o del laboratorio,  el segundo un investigador senior y el primero un investigador predoctoral.
La razón es que la mayor parte del trabajo la habrá hecho el estudiante de doctorado como parte de su tesis doctoral, por eso firma primero; pero usando el enfoque y supervisión de su director de tesis que por eso también firma, aunque sea el último. Y para el análisis de los datos, pidieron ayuda a un investigador experimentado que aportó tales cosas y además es el que más se implicó en la edición después del doctorando, de modo que por eso firma el segundo.


Conclusiones
Los investigadores júnior o los doctorandos no deben sentirse extrañados de que sus directores de tesis o sus supervisores esperen firmar con ellos los artículos, aunque la mayor parte del trabajo no la hayan realizado sus directores o sus supervisores.  La razón es que habrán hecho aportaciones sustanciales al enfoque aportándoles las metodologías, por ejemplo, y se supone que les habrán ayudado de una forma crítica en la edición del artículo. Dos cosas sin las cuales sabemos que es muy difícil que un autor júnior o pre doctoral consiga publicar por primera vez en una revista de alto impacto.
Por otro lado, los directores de tesis o los supervisores no deben sentirse extrañados ni ofendidos por aparecer en último lugar, porque el lugar de la autoría no presupone importancia como investigador, sino grado de dedicación al mismo. Un premio Nobel puede firmar el último en un artículo cuyos primeros firmantes sean estudiantes de doctorado. Y aunque sin su apoyo seguramente ese artículo no hubiera superado la primera evaluación editorial, lo cierto es que la mayor parte del trabajo  la han hecho sus doctorandos o pupilos, y sin ese trabajo ese artículo seguramente tampoco existiría. De hecho, lo “normal” en una carrera académica de éxito es que la firma de su dueño se vaya desplazando hacia la derecha.
Es más, las últimas disposiciones de nuestro país sobre evaluación de la actividad investigadora (ver anexo) iguala en relevancia de forma implícita, y en algunos casos de forma explícita, la primera y la última posición de firma como las dos más relevantes, añadiendo en la misma relevancia el rol de autor de correspondencia (el autor que ha llevado la relación con la revista y los evaluadores).


Advertencias
1.    Todo lo dicho aquí, incluyendo aspectos éticos y pragmáticos, forma parte de la dimensión normativa, aunque sea en el sentido (más débil) de normativa entendida como buena práctica. No pretendemos haber hecho una radiografía de cómo funcionan de facto los departamentos universitarios. No nos comprometemos con esto, porque es otra cosa. Una cosa es el nivel normativo, otra el descriptivo. El primero puede ser genial, y el segundo penoso. Pero sin lo primero, ni siquiera podríamos denunciar lo que no nos guste de lo segundo, si es que supiéramos de casos en los que la diferencia merece algún tipo de denuncia.
2.    Hemos dicho al inicio que el dictum “¡publica o perece!” (del inglés publish or perish!) es triste porque muchas veces carece de matices. También porque está generando una industria indeseable de editoriales depredadoras. En cambio, si el principio de valorar una carrera académica con base en publicaciones se toma de forma prudente, entonces resulta hasta sabio. El problema es cuando las agencias de evaluación parecen incapaces de ver otras aportaciones para acreditar una carrera académica, como los libros; no digamos otra clase de obra no bibliográfica, como obra artística, incluso de nivel internacional. Parece que algunas están en ello, pero todo va muy lento.


Anexo: Evaluaciones, número de autores y posición de firma
A continuación, se presenta un resumen de las menciones al número de autores y posición de firma en la Resolución de 30 de noviembre de 2016, de la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora, por la que se publican los criterios específicos aprobados para cada uno de los campos de evaluación (www.boe.es >BOE-A-2016-11189).
Presentamos tales menciones por especialidades académicas, tal como aparecen en la Resolución (hemos hecho un “copiar y enganchar” de los aspectos relevantes). La primera mención es general, por tanto, válida para todos los campos.
En algunos casos se añaden comentarios personales.




PARA TODOS LOS CAMPOS
Para que una aportación sea considerada, el solicitante deberá haber participado activamente en los trabajos que le dieron origen, como director o ejecutor del trabajo, y concretando su aportación específica a los mismos en los casos de multiautoría.
Cómo se puede ver, de modo general se aceptan para evaluación de la actividad investigadora trabajos de autoría múltiple. Además, se acepta con carácter general que la coautoría puede basarse en diferentes roles: como ejecutor o como director del trabajo, y por tanto, se acepta aunque no sea el primer firmante; de hecho si se acepta el rol de director, sería esperable que en este caso sea el último firmante, aunque esto lo añadimos nosotros.


Ciencias sociales, Políticas, del Comportamiento y de la Educación
El número de autores de una aportación deberá estar justificado por el tema, su complejidad y su extensión.

Ciencias económicas
Salvo que estuviera plenamente justificado por la complejidad del tema y la extensión del trabajo, un elevado número de autores puede reducir la calificación asignada a una aportación.

Derecho y Jurisprudencia
El número de autores de una aportación deberá estar justificado por el tema, su complejidad y su extensión.

Historia, Geografía y Artes
Salvo que estuviera plenamente justificado por la complejidad del tema y la extensión del trabajo, un elevado número de autores puede reducir la calificación asignada a una aportación.

Filosofía, Filología y Lingüística
Salvo que estuviera plenamente justificado por la complejidad del tema, las
exigencias metodológicas y la extensión del trabajo, un elevado número de autores puede
reducir la calificación asignada a una aportación.




Lluís Codina • 




Fuentes y obras consultadas
  1. Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora. Convocatoria de Sexenios
  2. Committe on Publishing Ethics. Sitio web: publicationethics.org/
  3. EC3metrics. Sitio Web: ec3metrics.com/
  4. Grupo de Investigación EC3 (Univ. de Granada). Co-autor Index (aplicación web interactiva): www.coauthorindex.info
  5. International Committee of Medical Journal Editors. Recommendations for the Conduct, Reporting, Editing, and Publication of Scholarly Work in Medical Journals 2015 
  6. Phd on Track co authorship [consorcio de bbliotecas universitarias nórdicas]. Acceso: www.phdontrack.net/share-and-publish/co-authorship/
  7. Ruíz-Pérez, R.; Marcos-Cartagena, D.; Delgado López-Cózar, E. “La autoría científica en las áreas de ciencia y tecnología. Políticas internacionales y prácticas editoriales en las revistas científicas españolas”. Revista Española de Documentación Científica, 37 (2) 2014: e049, doi: http://dx.doi.org/10.3989/redc.2014.2.1113
  8. Tim Albert, Elizabeth Wager. “How to handle authorship disputes: a guide for new researchers”. The COPE Report 2003. Acceso: publicationethics.org/files/u2/2003pdf12.pdf
  9. Washington University. Policy for authorship os scientific and scholarly publications.