lunes, 30 de noviembre de 2020

¿HA TRIUNFADO EL THATCHERISMO EN EDUCACIÓN?

 ¿Ha triunfado el Thatcherismo en educación?

 J. Prats

 Hace treinta años dejaba el cargo de primera ministra Margaret Thatcher. Sus reformas de aire neoliberal afectaron de manera importante al sistema educativo. Hoy nos podemos preguntar si ha triunfado el thatcherismo en educación,

Inglaterra ha sido uno de los países más precoces en la creación de un sistema educativo equitativo. Desde 1870, la educación pasó de estar controlada por las iglesias a serlo por el estado, en una peculiar forma de distribución de competencias: combinación de poderes de las autoridades locales y las centrales. A partir de 1944, ya universalizada la educación primaria, se generalizó progresivamente la secundaria basada en la igualdad de oportunidades. Gobiernos conservadores y laboristas participaron en este proyecto de universalización de la educación en un sistema público. Precisamente, en 1970, fue el gobierno de E. Heath, del que era ministra de educación Margaret Thatcher, el que amplió la edad de escolarización obligatoria y gratuita hasta los 16 años.

 


En 1976 se dio el último paso con un plan de unificación de la educación secundaria en una sola modalidad, la Comprehensive Schools, según el cual todos los escolares, hasta los 16 años, deberían cursar en los centros públicos la misma enseñanza. Esta medida suponía suprimir las elitistas Grammar schools y otras modalidades de secundaria, instaurando una etapa común para todos los estudiantes de la secundaria obligatoria.

El sistema educativo inglés debía basarse, para los thatcherianos, en la idea de efectividad y eficiencia dejando la equidad para un segundo término si molestaba para la consecución de esos principios


La llegada del gobierno de Margaret Thatcher, en 1979, supuso, como señala R. Cowen, “un cambio histórico y crucial que estriba en que, el principio político troncal del sistema educativo es la competencia económica, en lugar de la igualdad de oportunidades y la cohesión social”. El sistema educativo inglés debía basarse, para los tacherianos, en la idea de efectividad y eficiencia dejando la equidad para un segundo término si molestaba para la consecución de esos principios. La guía que dirigió la transformación fue el con­cepto de «mercado». Según este planteamiento los fines educativos se derivarían de las necesidades económicas. En este contexto el individuo se convertiría en con­sumidor de la educación.

La estrategia para conseguirlo consistió en aplicar las reglas de la competencia. Con la excusa de la transparencia se comenzaron a publicar rankings, clasificaciones y resultados en pruebas de evaluación externas. Surgió un nuevo vocabulario: “evaluación y eficiencia”, “control de calidad”, “excelencia”, padres y estudiantes como «consumidores», el concepto de medición de un «producto con valor añadido» etc. Se dio a entender que hablar de lo educativo con estos conceptos suponía modernidad y cambio.

Las medidas concretas fueron implantadas con rapidez: los directores de escuelas se convirtieron en gestores eficientes que debían rendir resultados según las exigencias del gobierno; se debilitó el poder de las entidades locales; la inspección educativa fue reemplazada, en parte, por un nuevo sis­tema que asumía la nueva Oficina para Estándares en Educación; se organizó una evaluación y medición del desempeño de los maestros vinculado al ren­dimiento escolar; se cambió el sistema de formación de profesorado; se cerraron programas de innovación didáctica coordinados por el School Council; se elaboró una ley con el fin de procurar la libertad de elección de centro lo que suponía, en la práctica, ampliar las posibilidades de financiación de colegios privados; y, por último, se abortó el programa hacia la implantación de la escuela comprensiva potenciándose Grammars schools y cerrándose muchas Comprehensive Schools, sobre todo de barrios humildes, para transformarlas en centros de formación profesional.

 Dos materias debían potenciarse sobre todas las demás: la lengua inglesa y las matemáticas, de las que se elaboraron estándares nacionales que marcaban los niveles que debían alcanzar 

Las dos obsesiones de los gobiernos de Thatcher fueron la reforma de currículo y llenar de pruebas de evaluación externas todas las etapas educativas. Dos materias debían potenciarse sobre todas las demás: la lengua inglesa y las matemáticas, de las que se elaboraron estándares nacionales que marcaban los niveles que debían alcanzar a los 8, 10, 12, 14 y 16 años. Se creó un sistema de exámenes externos en estas materias que debían realizar todos los alumnos de la educación obligatoria cada dos años. Los resultados obtenidos en la Primaria y la evaluación de 12 años servirían para formar los grupos al comenzar la Secundaria. Se reformó la reválida de final de etapa para utilizarla también para la evaluación de centros y profesores.



Las universidades se vieron obligadas a entrar en el mercado: antes, el 95% del presupuesto universitario procedía de fondos públicos. Ahora, las universidades tendrían que convertirse en empresas y determinar la mejor forma de vender conocimientos, ofrecer servicios, llevar a cabo consultorías, y atraer a más estudiantes, que pagarían su matrícula.

 En los años siguientes a la muerte de la Sra. Thatcher la opinión publicada se dividió entre los que se deshacían en elogios a la “Dama de Hierro” señalando que fue el inicio de la nueva modernidad educativa, y los que ponían de manifiesto su responsabilidad en el desmantelamiento de la educación pública y equitativa. 

Nadie lo dice así, pero las actuales políticas educativas lo practican: vamos hacia una sociedad dual también en lo educativo.

Pero, la verdadera herencia thatcherismo es el triunfo contundente de su modelo cultural y educativo en toda Europa: una educación basada en la ideología neoconservadora fundada en los principios neoliberales y en la concepción de la “teoría de las dos naciones”: hay una “nación” trabajadora y emprendedora que recibe su premio en forma de integración cultural y renta salarial. Y otra de parásitos de lo público que recibe su justo merecido en forma de pobreza y exclusión. Nadie lo dice así, pero las actuales políticas educativas lo practican: vamos hacia una sociedad dual también en lo educativo.

Joaquín Prats



lunes, 16 de noviembre de 2020

TARRADELLAS ESCRIBIÓ SOBRE PUJOL Y EL FUTURO DE CATALUÑA



TARRADELLAS ESCRIBIÓ esta carta SOBRE PUJOL Y EL FUTURO DE  CATALUÑA . 



Josep Tarradellas va enviar una carta al director de La Vanguardia, Horacio Sáenz Guerrero, que va ser publicada en aquest mitjà el 16 d’abril de 1981.

“Mi querido amigo:
Al día siguiente de nuestra conversación del 25 de marzo quería escribirle (…) Siendo como es usted castellano viejo y al mismo tiempo un ciutadà de Catalunya (…) le escribo hoy.

Para empezar, sepa que al día siguiente de haber tomado posesión el nuevo presidente de la Generalitat, es decir, el 9 de mayo del año pasado, manifesté que se había roto una etapa que había comenzado con esplendor, confianza e ilusión el 24 de octubre de 1977, y que tenía el presentimiento de que iba a iniciarse otra que nos conduciría a la ruptura de los vínculos de comprensión, buen entendimiento y acuerdos constantes que durante mi mandato habían existido entre Cataluña y el Gobierno. Todo nos llevaría a una situación que nos haría recordar otros tiempos muy tristes y desgraciados para nuestro país. En primer lugar, porque todo me hacía prever que las inmejorables y afectuosas relaciones que existían con las autoridades civiles y militares del Estado en Cataluña, que tanto y tanto me costó conseguir, de ahora en adelante se irían deteriorando y acabarían por ser tirantes, y comportarían situaciones muy difíciles para la aplicación del Estatuto.

Después (…) era inevitable la ruptura de la unidad de nuestro pueblo. (…)
Ya sabe que por encargo del presidente Suárez, fui delegado del Gobierno para dar posesión de la presidencia de la Generalitat de Cataluña al señor Jordi Pujol. Días antes, le indiqué que me parecía normal que en este acto acabara mi parlamento con las palabras tradicionales de siempre, es decir, gritando vivas a Cataluña y a España. Esta propuesta me parecía lógica, pero con gran sorpresa no fue aceptada. (…) 
Ya sabía que él solamente quería tener presente a Cataluña, pero para mí esto era inaceptable: eran ambos pueblos los que debían ir unidos en sus anhelos comunes (…) Entonces, y ante una situación tan enojosa, decidí no tener presente lo que hasta entonces había hecho en todos los actos oficiales. Hoy, al pensar en ello con calma, creo que no podía hacer otra cosa si quería evitar un escándalo de consecuencias imprevisibles.



Estoy seguro de que el presidente Pujol consideraba normal esta actitud, porque afirmaba una vez más su conducta nacionalista, que era y todavía es hoy la de utilizar todos los medios a su alcance para manifestar públicamente su posición encaminada a hacer posible la victoria de sus ideología frente a España. (…) el hecho de que el presidente Garaicoechea también comparta su pensamiento y actitud en esta cuestión, debía entender (…) que les permitiría por tanto ser más exigentes con el Gobierno del Estado.
Al día siguiente voces autorizadas del Gobierno me preguntaban en forma amistosa qué era lo que había ocurrido (…). Preferí callar, aunque ello me acarreó disgustos, pero de ninguna manera podía defenderme, ya que esto podría representar que la actitud del presidente Pujol se hiciera pública y en consecuencia, que se iniciara en todas partes, y principalmente en todos los demás pueblos de España, una campaña de la cual Cataluña podía salir muy perjudicada. (…) 


En conjunto, puede creerlo, todo me produce tristeza y una honda inquietud de cara al futuro (…) durante estos últimos diez meses todo ha sido bien orquestado para llegar a la ruptura de la política de unidad, de paz y de hermandad aceptada por todos los ciudadanos de Cataluña. El resultado es que, desgraciadamente, hoy podemos afirmar que debido a determinadas propagandas tendenciosas y al espíritu engañador que también late en ellas, volvemos a encontrarnos en una situación que me hace recordar otras actitudes deplorables del pasado.
Siempre recordaré que el 6 de octubre del año 1934, a las 5 de la tarde, acompañado del diputado señor Juan Casanelles, fue a la Generalitat a visitar al presidente Companys para manifestarle nuestra disconformidad con la política que una vez más se realizaba, rogándole que evitara todo lo que indicaba que iba a suceder aquella misma noche, es decir: la ruptura por la violencia de las relaciones con el Gobierno. No se nos escuchó, la demagogia y la exaltación de un nacionalismo exacerbado pesó más que la opinión de aquellos que preveíamos, como así ocurrió, un fracaso rotundo. (…) La demagogia había hecho su obra y el desastre se produjo.
Sé muy bien que ahora no se proclamará el Estado Catalán ni la República Federal Española, ni los partidos lanzarán sus militantes a la calle, ni los responsables de todo cuanto sucede morirán por Cataluña, nada de eso. Lo que se hará y ya ha empezado estas últimas semanas, es querer hacer olvidar las actitudes irresponsables de los mismos que ya han hecho fracasar nuestra autonomía, consiguiendo la desunión de Cataluña y el enfrentamiento con España; y por eso la actitud de los autores de esta situación es imperdonable. (…) 
Es desolador que hoy la megalomanía y la ambición personal de algunos, nos hayan conducido al estado lamentable en que nos encontramos (…) ¿Cómo es posible que Cataluña haya caído nuevamente para hundirse poco a poco en una situación dolorosa, como la que está empezando a producirse? (…)
Si se ha llegado a esta situación es debido, a mi entender, simplemente a un pensamiento y actitud que empezó el mismo día que tomó posesión del cargo el actual President de la Generalitat, y como era natural, los resultados habían de ser los que ahora sufrimos. (…)
Están utilizando un truco muy conocido y muy desacreditado, es decir, el de convertirse en el perseguido, en la víctima; y así hemos podido leer en ciertas declaraciones que España nos persigue, que nos boicotea, que nos recorta en Estatuto, que nos desprecia, que se deja llevar por antipatías hacia nosotros (…) Es decir, según ellos se hace una política contra Cataluña, olvidando que fueron ellos los que para ocultar su incapacidad política y la falta de ambición por hacer las cosas bien (…) empezaron una acción que solamente nos podía llevar a la situación en que ahora nos hallamos.



Por ejemplo, es necesario tener el coraje de decirlo, los problemas de la lengua y de la escuela, es la actual Generalitat quien en gran parte los ha provocado (…) la cuestión de la lengua se ha convertido en un problema político y partidista (…)
La división cada día será más profunda y se alejará más y más de nuestros propósitos de consolidar para nosotros y para España la democracia y la libertad a la vez que los equívocos que surgirán entre nosotros serán cada día más graves.
Por otro lado, las declaraciones de la semana pasada del president Pujol, en las cuales decía todo lo contrario de lo que ha hecho y dicho durante estos últimos diez meses, y que nos ha llevado a la situación en que nos encontramos, constituye un doble juego ya muy gastado en la política catalana para que sea merecedor de credibilidad. (…) 
Si tenía que hablar de Cataluña me tenía que dirigir también al presidente de nuestro Parlamento, señor Heribert Barrera. Esto lo hice el 23 del pasado mes en una larga carta en la que hacía constar mi disconformidad con la política sectaria, discriminadora y carente de todo sentido de responsabilidad por parte de la Generalidad.
También le hacía constar mi más enérgica protesta ante la política de provocación que Cataluña inició el mismo día de la toma de posesión del presidente Pujol y que todavía continúa, debido por una parte a la política de intimidación engañosa que se hace desde la Generalitat y por otra, abusando de la buena fe de los que hay que reconocer que están tendenciosamente informados. (…) 
España, unos dicen que bosteza y otros que está dormida. Todo es posible, pero me parece que en el país existe todavía suficiente savia nueva para despertarlo, sacudirlo y darle nobles ambiciones (…)  En cuanto a Cataluña, creo que es urgente que se recupere la unidad que se rompió en mayo de 1980, y que se olvide todo lo que ahora nos separa, porque nuestro país es demasiado pequeño para que desprecie a ninguno de sus hijos y lo bastante grande para que quepamos todos.
Con la amistad de siempre, le saluda afectuosamente.
Josep Tarradellas”


martes, 22 de septiembre de 2020

HABLAR Y ESCRIBIR EN POSMODERNO




Cómo hablan los posmodernos


Joaquim Prats. Publicado en Escuela 

“Los oscurantistas son individuos que quieren apagar las luces para robar (...). La amalgama de tres cuartos de tonterías y un cuarto de ocurrencias corrompidas que estos hombres difunden (o más bien venden, a todos los efectos) como filosofía, puede sin lugar a dudas embaucar durante cierto tiempo la niaserie de algunos contemporáneos (…), mas no puede ocupar seria y permanentemente el lugar de la filosofía”. Esta frase  de  A. Schopenhauer se puede aplicar al estilo lleno de falsos tecnicismos y complicadas estructuras sintácticas (cuando no de palabras inventadas) con las que muchos autores de las corrientes posmodernas nos han obsequiado en las últimas décadas.

Algunos veníamos ya preparados (que no entrenados) cuando nos deshilvanábamos el cerebro para entender a los pioneros en la complicación lingüística como los postestructuralistas, especialmente los marxistas. Leíamos “Para leer El Capital” de Balibar y Althuser, libro que era bastante más complicado que el mismo Capital de Carlos Marx. Escuché en una oposición a una catedra de sociología que, al parecer, los autores de este prontuario de introducción al marxismo, no habían leído la obra de Marx, quizá eso explicaba la evidente confusión del famoso libro de Althuser.

Para nota era Lacan; mientras que sus defensores afirmaban que dio rigor científico al psicoanálisis, para sus detractores fue un auténtico charlatán. Recuerdo las profundas ojeras y semblante perplejo de mis compañeros cuando libraban sus primeros combates con las obras del escritor francés. Combates en el que es posible que se produjesen heridas psicológicas irrecuperables. Algunos más prudentes compraron algunos de los libros que se titulaban algo así como “para entender a Lacan”. Por lo visto, estos mismos libritos introductorios ya eran un reto para los esforzados recién licenciados de mi generación. Y es que Lacan era el adalid del hablar oscuro.

Al parecer, el peculiar estilo lacaniano respondería a la estructura misma del inconsciente, evidentemente de un inconsciente muy alambicado. Además, Lacan, como nos explica A. Sokal, tenia una peculiaridad que le ha hecho relumbrar entre los más insignes disertadores de esta tendencia. Se trata del interés por los números imaginarios, que parece confundir con los irracionales; algunos cálculos "algebraicos" hacen comentar a Sokal que Lacan "se burla del lector", cuando escribe fragmentos como el que sigue: "Es así como el órgano eréctil viene a simbolizar el lugar del goce, no en sí mismo, ni siquiera en forma de imagen, sino como parte que falta de la imagen deseada: de ahí que sea el equivalente de sqr(-1) del significado obtenido más arriba, del goce que restituye, a través del coeficiente de su enunciado, a la función de falta de significante: (-1)”. Sin comentarios.


Que las ideas sean expresadas de manera clara, buscando los conceptos más asequibles no es de recibo para un posmoderno. Resulta demasiado moderno y realista. El lenguaje posmoderno requiere de la oscuridad. Y si no se comprende bien, mejor. Por ejemplo, si a un posmoderno se le interpela en una conferencia diciéndole que no se ha entendido lo que ha expuesto, la respuesta del conferenciante será algo así como: “La inestabilidad de su pregunta me deja con varias respuestas con capas contradictoriales  cuya interconectividad no puede expresar la coherencia logocéntrica que usted busca. Sólo puedo decir que la realidad es más irregular y que sus representaciones son menos fidedignas de lo que el tiempo nos permite explorar”. ¿Alguna otra pregunta?” Así lo explica en un divertido artículo titulado: “Como hablar en posmoderno. Una guía útil y rápida” el profesor canadiense Stephen Katz. En su escrito nos ofrece, con gran sentido del humor, reglas para ser tomado como un posmodernista de tomo y lomo. Por ejemplo, si se quisiese decir que: “los edificios actuales son alienantes”, el aprendiz de posmoderno introduciría prefijos, sustituiría las palabras comprensibles por otras mucho más obtusas y difusas y, muy importante, añadiría  guiones,  diagonales y paréntesis. El resultado, dice Katz, podría ser algo así: “Las pre/post/espacialidades de la contra-arquitectónica hiper-contemporaneidad nos (re)compromete a una recurrencealidad ambivalente de antisocialidad/seductividad, un enunciado dentro de un discurso des/generizado-baudrillardeano de subjetividad  granulada”.

Viene al caso recordar aquí, en relación a los lenguajes oscurantistas, la frase de Popper: “La búsqueda de la verdad sólo es posible si hablamos sencilla y claramente, evitando complicaciones y tecnicismos innecesarios. Para mí, buscar la sencillez y lucidez es un deber moral de todos los intelectuales: la falta de claridad es un pecado y la presunción un crimen”-

Para ser justos debería aclarar que estas características no deben ser atribuidas a todo aquel que defienda las posiciones posmodernas, pero es que se debe reconocer que la expresión posmoderno resulta ambigua, resbaladiza y por momentos contradictoria según el autor que trate el tema; por ejemplo, no ayuda a precisar el concepto, la definición que ensaya el propio Lyotard: “Posmodernismo indica simplemente un estado de ánimo o, mejor dicho, un estado mental”.  La verdad: ¡menos mal que van de capa caída!




Joaquín Prats

martes, 15 de septiembre de 2020

EN RECUERDO DEL GRAN DIBUJANTE FER

 

EN RECUERDO DEL GRAN DIBUJANTE FER

 


Ha muerto a los 71 años de edad en gran dibujante José Antonio Fernández, conocido como FER. Era natural de Mansilla de las Mulas, población leonesa, aunque desarrolló toda su carrera profesional en Cataluña, siendo un auténtico barcelonés de adopción.








Lo conocí como profesor de historia en el Instituto Bernat Metge de Barcelona, en la Verneda. Dejó la enseñanza y se dedicó profesionalmente al dibujo satírico. Le encargué viñetas humorísticas para los manuales de historia que redactamos para el bachillerato en la editorial Anaya. También me ayudó a ilustrar el libro:  LA SECUNDARIA A EXÁMEN que edité en la editorial Proa. Su colaboración aportaba un toque de excelente humor en mis libros de texto y en los sesudos ensayos del libro de Proa, como puede verse en las ilustraciones de este post.

 






FER fue director y fundador de la revista satírica EL JUEVES y director de El PAPUS. Formó parte del selecto elenco de historietistas históricos con sus series 'Puticlú' e 'Historias Fermosas’. Trabajó también, entre otras cabeceras:  El Temps, Avui, Barrabás etc.







También editó varios recopilatorios como “Per aquí, per allà”(1996), “Adéu Presi” (2003), “Any d’estelades” (2012), “Any de sobres” (2013) y “Any de consulta” (2014), algunos sólo con historietas suyas y otros compartiendo publicación con dibujantes como Ferreres, Batllori, Kap, Farruqo, Ermengol o Napi.


Recuerdo sus conversaciones inteligentes, divertidas y su gran humanidad.

 

 

DESCANSE EN PAZ



 

domingo, 21 de junio de 2020

Qué se suprimió del Estatut de Catalunya


Qué se suprimió del Estatut de Catalunya



Observo que muchas personas señalan que el tribunal Constitucional "arrasó el ESTATUT DE CATALUNYA". Sin duda la expresión puede dar a entender que el grueso del estatuto fue suprimido. Independientemente del efecto político y moral que ha tenido esta acción jurídica-política sobre el devenir de los últimos años, conviene ofrecer una información que precise más y ayude a construir mejor las afirmaciones.

 Efectivamente, algunos artículos (14) fueron o suprimidos o rectificados en alguna de sus partes. La mayoría del estatuto, que contiene mas de 250 artículos,  no fue alterado y es totalmente vigente. La mayoría de las impugnaciones del PP (si no recuerdo mal afectaban a más de 60 artículos) fueron rechazas o como mínimo no alteraron el texto aprobado por todos los grupos del Congreso de Diputados (excepto el PP) y por la mayoría de los ciudadanos de Cataluña en referéndum.




Siguiendo una información de la catedrática de derecho constitucional de la UAB,  transcrito el fallo del TC y el enlace al texto completo de la sentencia. Sé que hay que estar un cierto tiempo dedicado a ello, pero antes de hacer afirmaciones que no se corresponden con la realidad, mejor ilustrarse.

FALLO 

En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, por la autoridad que le confiere la Constitución de la Nación Española, 
Ha decidido 
Estimar parcialmente el recurso de inconstitucionalidad planteado por más de cincuenta Diputados del Grupo Parlamentario Popular contra la Ley Orgánica 6/2006, de 19 de julio, de reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña y, en consecuencia, 

Declarar que: 

1.º Carecen de eficacia jurídica interpretativa las referencias del preámbulo del Estatuto de Cataluña a «Cataluña como nación» y a «la realidad nacional de Cataluña». 

2.º Son inconstitucionales y, por lo tanto, nulos: 
- la expresión «y preferente» del apartado 1 del art. 6; 
- el apartado 4 del art. 76; 
- el inciso «con carácter exclusivo» del apartado 1 del art. 78; 
- el art. 97; 
- los apartados 2, letras a), b), c), d) y e), y 3 del art. 98; 
los incisos «y con la participación del Consejo de Justicia de Cataluña» de los apartados 5 y 6 del art. 95; 
- el inciso «por el Presidente o Presidenta del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que lo preside, y» del apartado 1 del art. 99; 
- el apartado 1 del art. 100; 
- el inciso «o al Consejo de Justicia de Cataluña» del apartado 1 y el apartado 2 del art. 101; 
- el inciso «como principios o mínimo común normativo en normas con rango de ley, excepto en los supuestos que se determinen de acuerdo con la Constitución y el presente Estatuto» del art. 111; 
- el inciso «los principios, reglas y estándares mínimos que establezcan» del apartado 2 del art. 120; 
- el inciso «los principios, reglas y estándares mínimos fijados en» del apartado 2 del art. 126; 
- el inciso «siempre y cuando lleven a cabo un esfuerzo fiscal también similar» del apartado 3 del art. 206; y 
-  el inciso «puede incluir la capacidad legislativa para establecer y regular los tributos propios de los gobiernos locales e» del apartado 2 del art. 218. 

3.º No son inconstitucionales, siempre que se interpreten en los términos establecidos en el correspondiente fundamento jurídico que se indica, los siguientes preceptos: el art. 5 (FJ 10); el apartado 2 del art. 6 [FJ 14 b)]; el apartado 1 del art. 8 (FJ 12); el apartado 5 del art. 33 (FJ 21); el art. 34 (FJ 22); el apartado 1 y el primer enunciado del apartado 2 del art. 35 (FJ 24); el apartado 5 del art. 50 (FJ 23); el art. 90 (FJ 40); los apartados 3 y 4 del art. 91 (FJ 41); el apartado 2 del art. 95 (FJ 44); el art. 110 (FJ 59); el art. 112 (FJ 61); el art. 122 (FJ 69); el apartado 3 del art. 127 (FJ 73); el art. 129 (FJ 76); el art. 138 (FJ 83); el apartado  3 del art. 174 (FJ 111); el art. 180 (FJ 113); el apartado 1 del art.183 (FJ 115); el apartado 5 del art. 206 (FJ 134); los apartados 1 y 2, letras a), b) y d) del art. 210 (FJ 135); el apartado 1, letra d), del art. 222 y el apartado 1, letra i), del art. 223 (FJ 147); el apartado  1 de la disposición adicional tercera (FJ 138); y las disposiciones adicionales octava, novena y décima (FJ 137). 

4.º Desestimar el recurso de inconstitucionalidad en todo lo demás.


Aquí la decisión, distinguiendo entre lo que se declara anticonstitucional y la parte interpretativa de la sentencia. No son 10 artículos "tumbados". Lo que se declara inconstitucional  son un artículo y una serie de apartados y/o incisos en una docena de artículos en un Estatuto que tiene más de 250 artículos. El resto es sentencia interpretativa, es decir, de orientación en la interpretación, además de coroborar lo que es doctrina general acerca de que los preámbulos no tienen efectos jurídicos directos y, como sí los tienen interpretativos, se desposee de tal carácter a las referencias que se contienen en el del Estatut sobre "Cataluña como nación" y "realidad nacional de Cataluña".



Para un estudio minucioso de todo ello, el libro del Prof. Dr. José Carlos Remotti, Ed. J:M: Bosch, Barcelona, 2011.

lunes, 4 de mayo de 2020

LA ÚLTIMA LECCIÓN DE TONY JUDT


El último socialdemócrata
Por: Joaquín Prats

En agosto de 2010 falleció el brillante historiador Tony Judt. Tenía 62 años; llevaba dos años sufriendo los demoledores efectos de una esclerosis lateral amiotrófica (ELA). La enfermedad lo convirtió en cuadripléjico, sus músculos se iban destruyendo día a día. Pero su cabeza seguía activa y lúcida. Judt explicaba, con asombrosa claridad, su situación degradante: “Los rasgos distintivos de la ELA son que no hay pérdida de sensación y que no hay dolor. Por consiguiente, al contrario que en casi cualquier otra enfermedad grave o mortal, aquí uno tiene la posibilidad de contemplar a sus anchas y con pocas incomodidades el catastrófico avance de su propio deterioro (…) Esta enfermedad tiene una dimensión enriquecedora: gracias a mi imposibilidad de tomar notas o prepararlas, mi memoria —que ya era buena— ha mejorado considerablemente”.

En estas extraordinarias circunstancias Tony Judt escribió (dictó) dos libros, sus últimas lecciones: Algo va mal (Taurus, 2010; en catalan: El món no s'en surt. La Magrana, 2010) y El refugio de la memoria, (Taurus, 2011) que es una pequeña joya del memorialismo más depurado. Algo va mal está dirigido a los jóvenes, sus amados alumnos, con un fin instructivo y como una llamada a la reflexión y al compromiso cívico. “Me dirijo a los jóvenes, dice Judt, que procuran articular sus objeciones a nuestra manera de vivir” y que como ciudadanos “tienen el deber de mirar críticamente el mundo”.

¿Quién era Tony Judt?. Un gran intelectual y un socialdemócrata antidogmático.  Como señala Peter Kellner, un manojo de contradicciones: un idealista que criticaba con libertad a los que compartían sus ideales; un judío, inmensamente orgulloso de su herencia, que llegó a ser odiado por muchos sionistas; y un socialdemócrata europeo que prefería vivir en los Estados Unidos.

Nació en una familia judía del East End londinense, estudió en el King's College de Cambridge y en esa misma universidad se doctoró años después. Al finalizar sus estudios marchó a Israel “con la fantasía idealista de la creación de un país socialista". Sirvió como conductor voluntario en la Guerra de los Seis Días (1967) que enfrentó a Israel con los países árabes. Desencantado con la causa judía y escéptico del modelo socialista tras sus estancias en los Kibutz, decidió reemprender su carrera académica. Fue aceptado en L’École Normale Supérieure en París, (de esta época son sus interesantes estudios de la historia del socialismo francés). Tras dos periodos como profesor, uno en la Universidad de Berkeley y otro en la Universidad de Oxford, en 1988 fue nombrado catedrático de la Universidad de Nueva York, institución que fue su casa durante el resto de su vida.

De su amplia obra como historiador destaca: Posguerra: Una historia de Europa desde 1945  (Taurus, 2006), crónica monumental del continente europeo en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El tema fundamental del libro, además de los análisis del periodo, es la constatación de  la extinción de los 'grandes relatos' de la historia europea: la narrativa de la cristiandad,  la narrativa de la grandeza nacional, y la narrativa del materialismo dialéctico.

 Algo va mal no es un tratado de historia, es un manifiesto para los tiempos presentes, una reivindicación de la política y una defensa cívica del estado. En sus páginas reclama un nuevo “consenso socialdemócrata” como el que se realizó tras la Segunda Guerra Mundial que, en palabras de Ralf Dahrendorf, supuso  “el mayor progreso que la historia ha visto hasta el momento”. Este consenso estriba en la idea de crear bienestar, movilidad social y altas cotas de participación política.

Chris Patten, rector de la Universidad de Oxford, en las antípodas ideológicas de Judt, expone las preguntas que subyacen en el libro: ¿Cómo debemos definir el papel del Estado sin pretender que el propio Estado debe hacerlo todo?, ¿cómo podemos restaurar el debate acerca de los valores políticos, que debido a nuestras circunstancias suele ser sólo sobre los costes económicos y beneficios utilitarios?, ¿cómo pueden participar los ciudadanos más jóvenes en la política, habida cuenta lo mucho que los líderes actuales han desacreditado lo que era visto como un ejercicio honorable?.

La respuesta de Judt es clara: “Las repúblicas y las democracias sólo existen en virtud del compromiso de los ciudadanos en la gestión de los asuntos públicos. Sí los ciudadanos activos y preocupados renuncian a la política, están abandonando su sociedad a sus funcionarios más mediocres y venales.” Y ello valorando y respetando lo público frente a la actual opulencia de lo privado. “Si no respetamos los bienes comunes, si permitimos o fomentamos la privatización del espacio, de los recursos y los servicios públicos, si apoyamos con entusiasmo la tendencia de la joven generación a ocuparse exclusivamente de sus propias necesidades: no debería sorprendernos una disminución constante de la participación cívica en la toma de decisiones públicas”.

Algo va mal, a diferencia de otros libros aparecidos recientemente, no es un panfleto que busque la indignación o la rebelión. No es un alegato apocalíptico sino esperanzado. Como señala Antonio Muñoz Molina es “un valeroso manifiesto: una declaración de principios progresistas, una vindicación de la legitimidad de lo público y de lo universal como valores de la izquierda”. Después de su última lección, Tony Judt puede ser declarado el último socialdemócrata…¿o quizá es el primero de una nueva etapa que comienza?.

 Publicado en Escuela el 9 de mayo 2011
Joaquín Prats

sábado, 28 de marzo de 2020

EL PEATÓN de RAY BRADBURY (relato para estos días)


EL PEATÓN

Relato de RAY BRADBURY



Entrar en aquel silencio que era la ciudad a las ocho de una brumosa noche de noviembre, pisar la acera de cemento y las grietas alquitranadas, y caminar, con las manos en los bolsillos, a través de los silencios, nada le gustaba más al señor Leonard Mead. Se detenía en una bocacalle, y miraba a lo largo de las avenidas iluminadas por la luna, en las cuatro direcciones, decidiendo qué camino tomar. Pero realmente no importaba, pues estaba solo en aquel mundo del año 2052, o era como si estuviese solo. Y una vez que se decidía, caminaba otra vez, lanzando ante él formas de aire frío, como humo de cigarro.
A veces caminaba durante horas y kilómetros y volvía a su casa a medianoche. Y pasaba ante casas de ventanas oscuras y parecía como si pasease por un cementerio; sólo unos débiles resplandores de luz de luciérnaga brillaban a veces tras las ventanas. Unos repentinos fantasmas grises parecían manifestarse en las paredes interiores de un cuarto, donde aún no habían cerrado las cortinas a la noche. O se oían unos murmullos y susurros en un edificio sepulcral donde aún no habían cerrado una ventana.
El señor Leonard Mead se detenía, estiraba la cabeza, escuchaba, miraba, y seguía caminando, sin que sus pisadas resonaran en la acera. Durante un tiempo había pensado ponerse unos botines para pasear de noche, pues entonces los perros, en intermitentes jaurías, acompañarían su paseo con ladridos al oír el ruido de los tacos, y se encenderían luces y aparecerían caras, y toda una calle se sobresaltaría ante el paso de la solitaria figura, él mismo, en las primeras horas de una noche de noviembre.
En esta noche particular, el señor Mead inició su paseo caminando hacia el oeste, hacia el mar oculto. Había una agradable escarcha cristalina en el aire, que le lastimaba la nariz, y sus pulmones eran como un árbol de Navidad. Podía sentir la luz fría que entraba y salía, y todas las ramas cubiertas de nieve invisible. El señor Mead escuchaba satisfecho el débil susurro de sus zapatos blandos en las hojas otoñales, y silbaba quedamente una fría canción entre dientes, recogiendo ocasionalmente una hoja al pasar, examinando el esqueleto de su estructura en los raros faroles, oliendo su herrumbrado olor.
—Hola, los de adentro —les murmuraba a todas las casas, de todas las aceras—. ¿Qué hay esta noche en el canal cuatro, el canal siete, el canal nueve? ¿Por dónde corren los cowboys? ¿No viene ya la caballería de los Estados Unidos por aquella loma?
La calle era silenciosa y larga y desierta, y sólo su sombra se movía, como la sombra de un halcón en el campo. Si cerraba los ojos y se quedaba muy quieto, inmóvil, podía imaginarse en el centro de una llanura, un desierto de Arizona, invernal y sin vientos, sin ninguna casa en mil kilómetros a la redonda, sin otra compañía que los cauces secos de los ríos, las calles.
—¿Qué pasa ahora? —les preguntó a las casas, mirando su reloj de pulsera—. Las ocho y media. ¿Hora de una docena de variados crímenes? ¿Un programa de adivinanzas? ¿Una revista política? ¿Un comediante que se cae del escenario?

¿Era un murmullo de risas el que venía desde aquella casa a la luz de la luna? El señor Mead titubeó, y siguió su camino. No se oía nada más. Trastabilló en un saliente de la acera. El cemento desaparecía ya bajo las hierbas y las flores. Luego de diez años de caminatas, de noche y de día, en miles de kilómetros, nunca había encontrado a otra persona que se paseara como él.
Llegó a una parte cubierta de tréboles donde dos carreteras cruzaban la ciudad. Durante el día se sucedían allí tronadoras oleadas de autos, con un gran susurro de insectos. Los coches escarabajos corrían hacia lejanas metas tratando de pasarse unos a otros, exhalando un incienso débil. Pero ahora estas carreteras eran como arroyos en una seca estación, sólo piedras y luz de luna.
Leonard Mead dobló por una calle lateral hacia su casa. Estaba a una manzana de su destino cuando un coche solitario apareció de pronto en una esquina y lanzó sobre él un brillante cono de luz blanca. Leonard Mead se quedó paralizado, casi como una polilla nocturna, atontado por la luz.
Una voz metálica llamó:
—Quieto. ¡Quédese ahí! ¡No se mueva! Mead se detuvo.
—¡Arriba las manos!
—Pero... —dijo Mead.
—¡Arriba las manos, o dispararemos!
La policía, por supuesto, pero qué cosa rara e increíble; en una ciudad de tres millones de habitantes sólo había un coche de policía. ¿No era así? Un año antes, en 2052, el año de la elección, las fuerzas policiales habían sido reducidas de tres coches a uno. El crimen disminuía cada vez más; no había necesidad de policía, salvo este coche solitario que iba y venía por las calles desiertas.
—¿Su nombre? —dijo el coche de policía con un susurro metálico. Mead, con la luz del reflector en sus ojos, no podía ver a los hombres. —Leonard Mead —dijo.
—¡Más alto!
—¡Leonard Mead!
—¿Ocupación o profesión?
—Imagino que ustedes me llamarían un escritor.
—Sin profesión —dijo el coche de policía como si se hablara a sí mismo.
La luz inmovilizaba al señor Mead, como una pieza de museo atravesada por una aguja. —Sí, puede ser así —dijo.

No escribía desde hacía años. Ya no vendían libros ni revistas. Todo ocurría ahora en casa como tumbas, pensó, continuando sus fantasías. Las tumbas, mal iluminadas por la luz de la televisión, donde la gente estaba como muerta, con una luz multicolor que les rozaba la cara, pero que nunca los tocaba realmente.
—Sin profesión —dijo la voz de fonógrafo, siseando—. ¿Qué estaba haciendo afuera? —Caminando —dijo Leonard Mead.
—¡Caminando!
—Sólo caminando —dijo Mead simplemente, pero sintiendo un frío en la cara. —¿Caminando, sólo caminando, caminando?
—Sí, señor.
—¿Caminando hacia dónde? ¿Para qué?
—Caminando para tomar aire. Caminando para ver.
—¡Su dirección!
—Calle Saint James, once, sur.
—¿Hay aire en su casa, tiene usted acondicionador de aire, señor Mead?
—Sí.
—¿Y tiene usted televisor?
—No.
—¿No?
Se oyó un suave crujido que era en sí mismo una acusación.
—¿Es usted casado, señor Mead?
—No.
—No es casado —dijo la voz de la policía detrás del rayo brillante.
La luna estaba alta y brillaba entre las estrellas, y las casas eran grises y silenciosas. —Nadie me quiere —dijo Leonard Mead con una sonrisa.
—¡No hable si no le preguntan!
Leonard Mead esperó en la noche fría.
—¿Sólo caminando, señor Mead?

—Sí.
—Pero no ha dicho para qué.
—Lo he dicho; para tomar aire, y ver, y caminar simplemente.
—¿Ha hecho esto a menudo?
—Todas las noches durante años.
El coche de policía estaba en el centro de la calle, con su garganta de radio que zumbaba débilmente.
—Bueno, señor Mead —dijo el coche.
—¿Eso es todo? —preguntó Mead cortésmente.
—Sí —dijo la voz—. Acérquese. —Se oyó un suspiro, un chasquido. La portezuela trasera del coche se abrió de par en par—. Entre.
—Un minuto. ¡No he hecho nada! —Entre.
—¡Protesto!
—Señor Mead...
Mead entró como un hombre que de pronto se sintiera borracho. Cuando pasó junto a la ventanilla delantera del coche, miró adentro. Tal como esperaba, no había nadie en el asiento delantero, nadie en el coche.
—Entre.
Mead se apoyó en la portezuela y miró el asiento trasero, que era un pequeño calabozo, una cárcel en miniatura con barrotes. Olía a antiséptico; olía a demasiado limpio y duro y metálico. No había allí nada blando.
—Si tuviera una esposa que le sirviera de coartada... —dijo la voz de hierro—. Pero...
—¿Hacia dónde me llevan?
El coche titubeó, dejó oír un débil y chirriante zumbido, como si en alguna parte algo estuviese informando, dejando caer tarjetas perforadas bajo ojos eléctricos.
—Al Centro Psiquiátrico de Investigación de Tendencias Regresivas.
Mead entró. La puerta se cerró con un golpe blando. El coche policía rodó por las avenidas nocturnas, lanzando adelante sus débiles luces.

Pasaron ante una casa en una calle un momento después. Una casa más en una ciudad de casas oscuras. Pero en todas las ventanas de esta casa había una resplandeciente claridad amarilla, rectangular y cálida en la fría oscuridad.
—Mi casa —dijo Leonard Mead.
Nadie le respondió.
El coche corrió por los cauces secos de las calles, alejándose, dejando atrás las calles desiertas con las aceras desiertas, sin escucharse ningún otro sonido, ni hubo ningún otro movimiento en todo el resto de la helada noche de noviembre.

FIN



Título Original: The Pedestrian © 1951. Digitalización, Revisión y Edición Electrónica de Arácnido. Revisión 3.