domingo, 8 de junio de 2014

La universidad española: falsas creencias y erróneas soluciones (I)

La universidad española: falsas creencias y erróneas soluciones (I)

En:  ECONUESTRA (BLOGS de
 PUBLICO)


Ignacio Mártil
Catedrático de Electrónica. Universidad Complutense de Madrid
La universidad española, su situación, los males que la aquejan, los problemas que padece. Seguro que ha oído hablar de éste asunto en más de una ocasión. Pues si decide usted leer este artículo, hoy va a ser otra de esas ocasiones. Me propongo dar algunos datos que quizá no conozca, salvo que pertenezca usted al mundo universitario. Incluso en ese caso, es posible que no todo lo que leerá aquí le resulte familiar.
Para poder hacer un análisis de una cierta profundidad, lo divido en dos artículos. En éste primero, compararé someramente nuestro sistema universitario con los de algunos de los países de nuestro entorno. En concreto, con dos -Alemania y Francia- a los que quien esto escribe le gustaría que nuestro sistema se pareciera algo y con otro -Italia- cuyo sistema ya se parece bastante al nuestro. Las cifras que voy a presentar están obtenidas de multitud de fuentes consultadas, que no citaré para no hacer la lectura demasiado farragosa.
Uno de los primeros lugares comunes que hay establecidos respecto a nuestro sistema universitario es que hay muchas universidades en España, afirmación que tiene buen predicamento entre algunos medios de comunicación conservadores. Y hay que decir que es rigurosamente falso. En España hay 80 universidades impartiendo docencia, 50 públicas, el resto privadas, incluidas las de la Iglesia Católica. Con una población de 47 millones de habitantes, podemos decir en términos brutos, que hay una por cada 580.000 habitantes, con una distribución geográfica muy irregular, que no siempre obedece a criterios racionales. Recomiendo a quien quiera conocer con detalle los datos y las cifras del sistema universitario español que consulte la referencia (1), que cito al final de éste artículo. Es interesante comparar los números anteriores con los correspondientes de los tres países mencionados:
Alemania tiene 372 centros de educación superior. El sistema de enseñanza superior alemán es dual, por un lado están las universidades, con características más o menos similares a las de España y por otro las “Fachhochschulen”, algo así como universidades aplicadas (en cierto sentido, con algún parecido a nuestras universidades politécnicas, aunque no imparten títulos de doctor). Con una población de 82 millones de habitantes, hay un centro de educación superior por cada 220.000 habitantes.
Francia, con un sistema también dual (de una parte, Universités; de otra, Ècoles Superieurs y Grandes Ècoles) tiene 262 de éstos centros para una población de 65 millones de habitantes, con lo que la cuenta es de un centro por cada 248.000 habitantes.
Finalmente Italia, con 90 centros, casi todos universidades y 61 millones de habitantes. La relación es, por consiguiente, de uno por cada 678.000 habitantes.
Por lo tanto, una de las primeras críticas que se hacen al sistema español, el elevado número de centros universitarios, no se sostiene al compararlo con algunos de los países de nuestro entorno. Nuestro problema no es de cantidad, sino de calidad, de la escasez de recursos financieros y de falta de especialización de los centros. Me referiré con más detalle a éstos aspectos más adelante.
El otro lugar común es aquel que dice que hay demasiados estudiantes universitarios en España. Lo cual es falso en general, aunque verdadero en algunos casos particulares. A continuación, indico en números redondos, los datos de población universitaria correspondientes al actual curso académico, 2013-2014. Entre paréntesis, aparece el tanto por mil de estudiantes universitarios sobre la población de cada país. Cabe señalar que hay variaciones de unos años a otros, pero no son muy significativas: España: 1.450.000 (31o/oo); Francia: 2.200.000 (33o/oo); Italia: 1.700.000 (28o/oo); Alemania: 2.100.000 (25o/oo). Es relevante mostrar éste dato también para Estados Unidos (52o/oo), la primera potencia económica del mundo y para Corea del Sur (72o/oo), una de las grandes economías con mayor éxito en los informes internacionales sobre los sistemas educativos (informe PISA).
La población universitaria española es elevada, pero en términos proporcionales, es casi idéntica a la francesa, sólo ligeramente superior a la italiana y significativamente inferior a la estadounidense y a la coreana. El caso más llamativo es la comparación con Alemania, con una población universitaria claramente inferior a la nuestra, a pesar de ser Alemania un país en el que la producción industrial tiene un gran peso en su sector productivo (26% del PIB), por contraste con el nuestro, dónde dicho sector apenas representa el 14% del PIB. Sin embargo, no parece que a los universitarios españoles les vaya especialmente bien, a juzgar por los niveles de desempleo que padecen (53% tasa de desempleo juvenil; 15% tasa de desempleo de universitarios (1)) por contraste con los jóvenes universitarios alemanes (8% para los jóvenes en general; prácticamente inexistente entre los universitarios).
Uno de los principales problemas que aqueja a nuestra población universitaria es lo rematadamente mal que están repartidos los estudiantes. Un dato ilustrativo: en 2010 había más estudiantes matriculados en Derecho en la Comunidad de Madrid ¡que en toda la Gran Bretaña! Sin embargo, en otras titulaciones que ofrecen un mejor acceso al mercado laboral (Ingenierías, Ciencias), ocurre justo lo contrario, tal y como señala el informe citado al final de éste artículo (1): “Disminuye de forma significativa el número de estudiantes de Ingeniería y Arquitectura, con una tasa de variación anual del -5,3% y decenal del -23,3%, lo que significa que esta rama ha perdido en los últimos 10 años uno de cada cuatro estudiantes. Significativa y preocupante es también la reducción que se está produciendo en la rama de Ciencias, cuya tasa de variación anual ha sido del -0,9% y la decenal del -25,3%…
Es significativo que sea la rama más activa en términos de investigación y desarrollo y sin embargo consiga atraer cada vez menos vocaciones. Incluso en los datos que se disponen en este momento de inserción laboral de los titulados universitarios, se observa que las tasas de afiliación [a la Seguridad Social] de estos estudiantes mejoran significativamente a medio y largo plazo en contraposición con lo que ocurre en otras ramas…”
Éste asunto es de la mayor importancia y merece una reflexión pormenorizada. Entre las muchas razones que explican ese descenso, se pueden citar las siguientes: 1) la mala preparación que se alcanza en la enseñanza secundaria en física, química y mates (término con el que las nombran habitualmente los estudiantes de la E.S.O. y del bachillerato; no es un detalle menor sino un signo más del poco aprecio del que gozan las matemáticas, lamentablemente); 2) como consecuencia directa con lo anterior, la desincentivación de los estudiantes de bachillerato hacia las carreras científicas, unido a la poca visibilidad y escaso prestigio social que tenemos los científicos, por contraste con el gran reconocimiento del que gozan otras dignísimas profesiones, pero que no parecen brindar a nuestros jóvenes grandes oportunidades de empleos bien remunerados; 3) la ausencia de una auténtica orientación universitaria en el último curso del bachillerato. La supuesta “orientación” se resuelve, en buen número de casos, con una charla que imparte en el colegio de turno aquel antiguo alumno bienintencionado y de “buen rollo”, que estudió la carrera tal y trabaja en la empresa cual. La charla, en el mejor de los casos, sirve para que el protagonista pase un buen rato recordando aquellos buenos viejos tiempos, para que los alumnos se rían con sus gracias —caso de hacerlas— y poco más. En la era de Internet, no costaría grandes esfuerzos económicos ni de recursos humanos brindar a los estudiantes de segundo de bachillerato una orientación bien documentada y personalizada para cada cual en función de sus capacidades, aptitudes e intereses.
De ésta manera, el sistema se ahorraría una enorme cantidad de recursos invertidos en sufragar los estudios a alumnos con escasa o nula definición de sus intereses y con poca conciencia de sus capacidades y aptitudes. Otra consecuencia derivada de ésta carencia de orientación adecuada es que provoca posteriormente una elevada tasa de abandono de los estudios —globalmente del 19%, que en las titulaciones de Artes y Humanidades sube hasta el 29%, similar al de la E.S.O. (1)—, con la consiguiente frustración personal de los protagonistas y el derroche de recursos invertidos. Hay que recordar que el Estado, es decir el contribuyente, paga cerca del 80% del coste total de los estudios universitarios de todos y cada uno de los que los realizan en las universidades públicas, todo ello a pesar de las enormes subidas que han experimentado las tasas universitarias en los dos últimos años.
Las soluciones a los problemas que padece nuestro sistema de enseñanza universitaria desde luego no pasan por las políticas que lleva a cabo el actual gobierno, que consisten esencialmente en recortar: plantillas docentes, tasas de reposición, toda clase de partidas presupuestarias, becas, etc. Es evidente que hay un excesivo número de estudiantes universitarios en algunas titulaciones, pero la culpa no es de los estudiantes, sino de un sistema de enseñanza que no ofrece alternativas de formación diferentes a la universitaria, que permitan o faciliten a los jóvenes su posterior inserción en el mercado laboral, ya que ni siquiera los universitarios tienen hoy en día esas facilidades, salvo contadísimas excepciones.
De manera que si aquellos que tienen títulos universitarios ya tienen dificultades para encontrar empleo, ¿qué pretendemos hacer con los que no tienen esos títulos, que se autoexcluyan directamente del sistema? ¿No sería más lógico trabajar desde la enseñanza no universitaria con objeto de corregir las carencias -enormes carencias- formativas de esas etapas? Pero ahí entran en juego los partidos políticos y su inusitado afán por cambiar el sistema educativo cada vez que llegan al poder, con intereses que en demasiadas ocasiones no pasan por corregir esos desequilibrios, sino por privilegiar a sus afines y votantes. Así nos luce el pelo.
En un próximo artículo, me detendré en la cuestión de los rankings universitarios, la posición que en ellos ocupan las universidades españolas y en las consecuencias que de ello se derivan.
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(1) “Datos y cifras del sistema universitario español. Curso 2013-2014”. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Secretaría General de Universidades. Se puede descargar desde: http://www.mecd.gob.es/prensa-mecd/dms/mecd/prensa-mecd/actualidad/2014/02/20140213-datos-univer/datos-cifras-13-14.pdf