viernes, 25 de mayo de 2012

LA HISTORIA: PEÇA CLAU PER L’EDUCACIÓ


LA HISTORIA: PEÇA CLAU PER  L’EDUCACIÓ
(Publicado en Setmanari Empordà 22 de mayo 2012)


En els últims anys, la historia ha experimentat una davallada en els plans d'estudi diluint-se en les anomenades Ciències Socials o en el coneixement del medi. Els motius són variats. Un d’ells es que s'han traslladat a l'escola les insatisfaccions i els problemes que la societat no sap solucionar. L'escola es el receptacle de tots els dilemes i problemes. La ingenuïtat pedagògica de pensar que tractar aquests temes en els diversos nivells escolars els estigmatitza i els neutralitza per al futur, ha fet que el que és fruit de la imprecisió i del no consens en les ciències socials s’utilitzi com a nuclis d'aprenentatge curricular. Es considera que tractar els problemes en aquestes edats és més motivador, tot al contrari del que ens demostra la investigació didàctica.

La Història té un alt poder formatiu, i encara que no ensenya quines són les causes dels problemes actuals, si mostra el funcionament de la societat en el passat. És doncs un immillorable laboratori d'anàlisi social. A principis del segle XXI, la història és ja una disciplina multidimensional que tendeix a convertir-se en ciència de la complexitat humana. Aquesta es una de les seves millors possibilitats formatives.

Per tot això, cal defensar que sigui una matèria que ocupi un lloc important en el currículum educatiu, des de l'inici de l'educació primària fins a la universitat.  La visió que es necessari traslladar als escolars es que la Història no sigui una veritat acabada o una sèrie de dades que s’han d'aprendre de memòria. És imprescindible que s'ensenyi incorporant tota la seva coherència metodològica interna, de tal manera que ofereixin les claus per acostar-se a la seva estructura com a coneixement científic del passat.

Tan sols es possible aquesta orientació si la Història, es considerada a nivell escolar com a disciplina científica. Cal demostrar als alumnes que les ciències socials, i la historia en particular, estan sotmeses al sentit crític i a la racionalitat, a l’igual que qualsevol altra ciència. Com deia Pierre Vilar ens ajuda a pensar millor, a pensar històricament.  En aquest sentit constitueix un mitjà vàlid per aprendre a realitzar anàlisis socials que integren moltes de les dimensions epistemològiques procedents d’altres ciències socials, fet que permet alhora, estructurar-les amb rigor.

Però cal recordar que no és possible arribar a desenvolupar tot el poder educatiu i instructiu de la Història sense una clara potenciació de la innovació i la investigació en nous mètodes didàctics, camí imprescindible per acostar-la als estudiants de totes les edats.

En un temps en que el coneixement es dilueix davant la falsa contradicció: instrucció-educació, la història és cada vegada més necessària per a formar persones amb criteri i amb una visió fonamentada; formació molt necessària per a viure en un món desbocat i ple d'incerteses.

Joaquim Prats.
Catedràtic de Didàctica de les Ciències Socials de la Universitat de Barcelona

domingo, 6 de mayo de 2012

EL CONTRADICCIONARIO

El Contradiccionario


Publicado en ESCUELA  Mayo de 2012








"Hemos tragado mucho polvo, pateado muchos archivos y gastado mucho dinero para permanecer impasibles ante el Diccionario Biográfico [de la Real Academia de la Historia], que es una provocación a la Historia, a los historiadores y a la sociedad española". Con estas palabras justificaba  el catedrático Ángel Viñas la aparición de “En el combate por la Historia”, obra que ha coordinado. Este titulo rememora aquel que publicó en 1952 el historiador francés Lucien Febvre: “Combats pour l’Histoire”; Febvre, cofundador con Marc Bloch de la revista Annales d'histoire économique et sociale, defendía la necesidad de la historia científica aplicando un método que tendiese a alcanzar la máxima objetividad.


Mínima objetividad, enfoque militante alejado de todo rigor metodológico es el denominador común de algunas entradas del mencionado Diccionario. Como ya señalé en un artículo publicado en este periódico, (“Jurassic Park o la Academia de la historia”; Escuela. 9/06/2011) una parte de las voces dedicadas al periodo que va desde la Segunda República a la actualidad están muy alejadas de lo que, desde ya hace décadas, proporciona la historiografía académica más solvente. Fueron escritas por personas comprometidas con el franquismo o con el Partido Popular. En general, estos redactores nada tienen que ver con la historiografía científica y renovada de los últimos decenios; están vinculados ideológicamente e incluso personalmente con los biografiados que consideran “de los suyos”.


Después del fenomenal escándalo que provocó la aparición de la obra de la Academia, tuve la ingenua convicción de que se tomarían medidas correctoras en el diccionario y se iniciaría un proceso de revisión y reforma de la añeja institución. La ministra González-Sinde y el ministro Gabilondo, responsables de la jugosa subvención con la que se financió esta obra y con la potestad de iniciar un proceso de cambio de la legislación que rige para las “reales academias”, no tuvieron ni voluntad ni coraje político para hacerlo. 


Muchos historiadores y personajes del mundo cultural solicitaron transformar la Academia haciéndola más abierta y permeable a la comunidad de historiadores. Como señalaba el catedrático Julio Aróstegui, uno de los muchos defensores de la reforma: "las normas que rigen la Academia no garantizan en absoluto que los mejores historiadores estén en ella". Otros, como Julián Casanovas, fueron más lejos: “[La Academia] no representa a nadie, ni a los historiadores ni a sus investigaciones, y su utilidad es nula. Son un grupo de amigos, reclutados entre ellos, ausentes la mayoría, aunque hay excepciones, de la docencia y de la investigación. Ya no debería existir, ni ésta ni otra reformada”. Pero Gabilondo y Gonzáles-Sinde prefirieron capear el temporal y no violentarse con los señores académicos con los que supongo debían coincidir en las alfombras de la Corte. ¡Decepcionante!.


Pese a la inacción gubernamental, la reacción de los mejores historiadores no se ha hecho esperar. El pasado mes de abril apareció en las librerías: “En el combate por la Historia. La República, la Guerra Civil, el Franquismo” publicado por la editorial Pasado & Presente. En el origen de esta iniciativa está el deseo del editor Gonzalo Pontón, (al que nunca se agradecerá bastante la inmensa labor que realizó al frente de la editorial Crítica), de responder al “escándalo” que produjo la publicación de los primeros veinticinco tomos del “Diccionario Biográfico Español”.


 El libro, llamado  “Contradiccionario” en la faja promocional, con casi mil páginas, contiene cuarenta y cinco artículos temáticos y doce biografías. Los autores son brillantes y prestigiosos historiadores: J. Fontana, P. Preston, A.Viñas, J. Arostegui, E. Moradiellos, A. Elorza, J. Casanova, y veintisiete académicos más, que aportan de forma autorizada, rigurosa y crítica las claves principales para entender esta etapa de nuestra historia reciente. 


El libro no pretende plantear un enfoque distinto u otra línea de interpretación a la del Diccionario. Se trata de poner delante de la propaganda neofranquista los resultados de la investigación histórica en los últimos treinta años. Como indica  Ángel Viñas: “No es un "contradiccionario"; es un análisis de las claves históricas de la evolución de la sociedad española desde 1931 hasta 1975. Se trata de combatir "el uso ideológico de la Historia con fines partidistas. Es decir, politiquería de ínfimo vuelo".  En la obra “se hace una puesta —o respuesta— al día al Diccionario y a toda una ola de revisionismo que es jaleada por la derecha entusiásticamente defendiendo que la Guerra Civil y la Dictadura fueron meros accidentes (...) Se ha reunido a la gente seria que ha investigado cada tema”, señala Josep Fontana. 


En julio de 2011, el Congreso de los Diputados exigió que no se difundiera el Diccionario Biográfico hasta que se enmendaran sus partes más polémicas, dado que había sido beneficiada con una subvención del Estado de 5,8 millones de euros. La Real Academia de la Historia creó una comisión; a final del mes de abril, casi un año después, todavía no se conoce ningún informe al respecto. Es por ello que el llamado Contradiccionario es una aportación imprescindible y oportuna, al menos para los que defendemos la dignidad del trabajo de los auténticos historiadores y rechazamos la mentira y la manipulación de nuestro pasado.

Joaquín Prats